El país de los contrastes

El país de los contrastes

El país de los contrastes

Vivo en el país de los contrastes. Se llama República Dominicana (NO Punta Cana), y lo amo desde que nací. Es un sentimiento que crece cada día y lo reafirmo cada vez que tengo la oportunidad de conocer otras culturas.

Analicemos un poco esta locura de amar un país.

Cómo no hacerlo si esta isla lo tiene todo. Tiene lo evidente que son sus playas, los problemas del tránsito terrestre (no sabemos si hay aéreos, pero de seguro que si), sus AMET que viven en un «universo paralelo» como diría mi querido Jorge Drexler y desde ahí creen que manejan el tránsito a la perfección. Sin dejar de mencionar nuestros decentes limpia vidrios que te mantienen atenta en cada semáforo para que no se te pase el verde de la luz. Ay! y cómo olvidar los «padres de familia», aquellos hombres devotos con sus hijos que para ganar su dinero ofrecen servicio de transportación público, y solo manejan sin importarles otra cosa que no sea: un pasajero.

Tiene los colmados, esos espacios de recreación para toda la familia donde se desarrolla la destreza del cálculo matemático (dominó), y te quitas la sed que te produce las altas temperaturas que solo el trópico te puede ofrecer (bebiendo una fría bien fría).

Casista de campoEn resumidas cuentas el país lo tiene todo: sus tapones, las inundaciones (por cada gota que cae del cielo), los cráteres en las calles, sus hermosas torres, las enormes jeepetas, los funcionarios, el juego de pelota (baseball), el mofongo con aguacate, los perros viralatas en las calles, los peatones cruzando las avenidas sin mirar a los lados (el complejo suicida de los dominicanos), las calles de una vía que curiosamente se convierten en dos, los útiles y serviciales parqueadores, sus exquisitos restaurantes conocidos como chimi-churris, en fin, un país que lo tiene todo.

Pero detrás de todos esos elementos que vemos en nuestro diario vivir, se esconde un país solidario, alegre, feliz a pesar de sus desiguales realidades. Un país lleno de personas luchadoras, que sueñan, que a pesar de sus engaños a los largo de la historia, siguen creyendo en que es posible hacer las cosas diferentes. Un país devoto, con fe y creencias muy arraigadas. Un país extrovertido, que baila hasta sin música, que sonríe aunque no haya luz, que se baña aunque la tengan que sacar del tinaco, que ofrece habichuela con dulce al vecino aunque no de ni para la misma familia… ese es mi país, nuestro país. Al que le debemos todo lo que somos. Al que le debemos nuestras hermosas playas, nuestra hermosa gente, nuestras hermosas tierras, nuestras ricas cosechas, los mejores atardeceres, el mejor clima, las mejores montañas, etc.

Que pena que para valorar todo esto, necesitamos irnos, desconfiar de la capacidad de nuestra isla en ofrecernos una vida digna. Qué pena que nos ahogamos en criticar y abandonamos el hacer. Sin embargo que alegría saber que gente como tu ha leído todo este artículo y que cuando cierre la ventana se quedará con este mensaje grabado en su corazón: «República Dominicana es el mejor país del mundo, y para seguir siéndolo, necesita que todos los dominicanos y dominicanas creamos y trabajemos por esa posibilidad».

Yo me siento orgullosa de ser dominicana… Y tú?



Noticias Relacionadas