El olvido del himno nacional

El olvido del himno nacional

El olvido del himno nacional

Rafael Chaljub Mejìa

A la cantante Henya Tejeda se le olvidaron las letras del Himno Nacional al cantarlo al inicio de un juego de beisbol. Ella ha tenido el gesto de pedir disculpas y confesar que fue traicionada por los nervios.

Me dice alguien con toda la autoridad para hablar de arte, que Henya es cantante profesional y buena compositora y que él acepta la excusa de la artista. Me inclino ante la opinión de semejante autoridad. No obstante, tengo algunas observaciones.

Si precisamente por ser profesional, se supone que Henya debió estar preparada mentalmente para cantar en público y mucho más una canción tan familiar y repetida como el Himno Nacional.

Pienso que si fue ganada por los nervios se debió a que no estaba segura porque las letras de nuestro himno no están lo suficientemente afirmadas en su memoria. Me gustaría saber si alguna vez le ha pasado lo mismo cuando ha subido al escenario a cantar alguna canción de su repertorio.

Seamos generosos con la artista. En cambio, busquemos más al fondo la explicación a olvidos como ese. En el proceso de desintegración de nuestros valores culturales, de desarraigo, de disolución de los atributos de la dominicanidad.

Si hemos llegado al punto de que ya en el país, una fiesta ajena como el Halloween tiene más resonancia que el día del merengue y en que muchos están más pendientes de lo que pasa o se hace en los Estados Unidos que de lo que ocurre en nuestra propia tierra. Así como nos llega la beneficiosa remesa en dólares, también nos llega una remesa de influencia de la cultura y los valores extraños, me decía Narcisazo.

El valor y solemnidad que se le debe guardar a los símbolos nacionales pierden importancia en estos tiempos y solo hay que ver la indiferencia con que alguna gente sigue su camino cuando se sube o se baja la bandera o se está cantando el Himno. Los mismos peloteros al escucharlo siguen comiendo y conversando entre ellos, como si los dueños de los equipos no se ocuparan de exigirles el debido respeto a esa ceremonia.

En amistad con el mundo, pero desde la trinchera de lo nuestro. Aquí hay un trabajo de educación pendiente, en el apego a lo nacional y en el deber de luchar por ser libres y soberanos. Y como el Estado nunca lo ha hace, háganlo entonces las organizaciones comprometidas con esa lucha cada vez más indispensable.



Rafael Chaljub Mejía

Columnista de El Día. Dirigente político y escritor.

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