Cuando nació Franceska fue un acontecimiendo que cambió mi vida. Hubo un momento cuando la enfermera me la entregó en mis manos, la alcé al cielo y en ese instante le di gracias a Dios por el nacimiento de ella.
Pero también observé lo vulnerable y delicada que era que no quería que nadie la tocara, fue !increíble.
Así nació Jesús. Sí mi querido lector, Cristo nació en una cueva. Dios tomó forma de hombre, y nació como un niño vulnerable, delicado, tierno, el nacimiento de Jesús, convertido en la esperanza viva del hombre, como dijo el profeta Isaías: “Porque un niño nos ha nacido, hijo nos ha sido dado, y el principado, sobre su hombro.
Se llamará su nombre admirable, consejero, Dios fuerte, Padre eterno, Príncipe de paz.La asombroso verdad.
Este nacimiento es una gran noticia.
Celebrar con una conciencia clara la Navidad es para nosotros una alegría inmensurable, fluye de nuestro ser una fiesta eterna, porque ha nacido el salvador de nuestras almas, como dijo el ángel en Lucas 2:11-12 : “Yo os doy nuevas de gran gozo, que será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es Cristo el Señor”.
Una gran enseñanza de humildad. Pero cuando vemos al hijo de Dios nacer y yacer en un pesebre, nuestra vanidad, ambición y envidia son frenadas, realmente podemos decir somos polvo.
No podemos enfrascarnos en una búsqueda constante de grandes regalos para nosotros y nuestros hijos si tenemos frente a nosotros este regalo de la luz, que es el nacimiento de Jesucristo el hijo de Dios.