El muñeco del año viejo, sentado en su mecedora, vestido con la ropa que sobra en algún closet, rodeado de botellas de ron en una galería o cualquier esquina de la provincia Sánchez Ramírez, es casi una tradición extinta.
La imagen descrita en el párrafo anterior era muy popular hasta hace unos años en Cotuí y gran parte de esa zona del Cibao desde el inicio de diciembre, pero hoy día son pocos los sectores donde se puede encontrar uno, cuando falta poco para terminar el año; lo que nos lleva a suponer que es una tradición que morirá en poco tiempo.
Para Lorgio Núñez, escritor y profesor cotuisano, el fenómeno de los medios digitales en manos de personas sin formación académica, ha afectado negativamente la cultura, dando lugar a que muchas tradiciones se hayan transformado o desaparecido con el paso del tiempo. Sin embargo, él entiende que los muñecos del año viejo aún tienen vigencia en la cultura cotuisana.
¿Qué representan los muñecos?
En opinión de Núñez, el muñeco es un simil del año que termina pero casi siempre imitando a alguien del barrio: al tiguere que bebe ron en la esquina, a la doñita que es conocida por todos en el vecindario, a veces hasta a una persona de la clase alta del pueblo, en cuyo vestuario suelen incluir elementos populares, de modo que la creatividad y el reciclaje juegan un papel importantísimo.
«Es común encontrar algunos muñecos vestido de saco y corbata pero rodeado de botellas de romo malo, como una muestra de la creatividad e imaginación popular», explica el catedrático.
Sobre el muñeco suelen colocar algún letrero, un mensaje de despedida, una frase que describa al personaje que se marcha: «morí como viví y me voy feliz, borracho como un perro».
A las 12:00 de la noche del 31 de diciembre, la comunidad se reúne y en una gran fogata en medio de la calle, queman el muñeco. Así se celebra esa tradición entre los que aún la mantienen latiendo.
Ángel García
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