David Alvarez
Ser padre cambió mi vida radicalmente. Me hizo ver el mundo como responsabilidad y compromiso con la vida de mis tres hijos. Me ancló en el presente. Ser abuelo me hizo temblar sobre el futuro.
Sofía del Pilar, que nació en el 2014, me empuja a intentar afectar el futuro que construimos, hasta donde mi vida lo permita.
Sofía tendrá mi edad en el 2069. Seguro para ese tiempo ya ni mis huesos existirán, si no es que me creman inmediatamente. Poco importa lo que hagan con los restos de lo fui.
Si seguimos dañando el ecosistema cuando Sofía tenga mi edad muchas especies que hoy existen habrán desaparecido. El océano tragará miles de kilómetros cuadrados de terrenos en todos los continentes.
La tecnología brindará mecanismos que ayudarán a mejorar la calidad de vida y también mucha basura electrónica para ocupar el ocio y desestimular el pensamiento crítico. La ciencia nos brindará un conocimiento más preciso de fenómenos que hoy nos resultan misteriosos.
La democracia será una farsa debido al control de los Estados y las grandes corporaciones sobre nuestros gustos, opiniones y acciones.
La población se reducirá a los números de mediados del siglo XX debido a múltiples factores.
¿Pesimista? ¡No! Únicamente preveo las consecuencias de lo actualmente ocurre.
Pero puede cambiar y quiero apuntarme al cambio. Mi Sofía no merece un mundo tan infeliz. Pongo mi abuelidad al servicio de mi nieta para contribuir a enderezar tantas estulticias del presente. Que mi razón, amor y libertad le sirvan de algo a Sofía.
