El merengue es unos de los géneros musicales que proviene de las entrañas de la República Dominicana, tierra bendita y bella, de cuyos poros relucientes emana un caudal de alegría, hospitalidad y sentido de fiesta.
Es en esta perla amada que surge esta manifestación tropical sonora, que involucra como protagonistas a la güira y la tambora, haciendo de este ritmo algo encantador y atrayente, donde no hay pie ni cuerpo alguno que se resista a bailar o a movilizarse ante el sonido de un buen merengue.
Este cadencioso ritmo caribeño que surgió a mediados del siglo XIX ha trascendido mares, fronteras, valles y montañas y se ha colocado más allá de otras demandas musicales en el gusto popular de muchos ciudadanos a nivel mundial, provocando como buenas nuevas, que fuera declarado por la Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, el 30 de noviembre de 2016, por “fomentar el respeto y la convivencia entre las comunidades”, entre otras razones, que nos llenan de orgullo.
Es bueno significar que, el 26 de noviembre de 2005 mediante el Decreto núm. 619-05 de la presidencia de República Dominicana se oficializó como el Día Nacional del Merengue; festividad que honra nuestro ritmo autóctono por excelencia; el ADN musical de Quisqueya; la expresión viva, genuina y eterna de la identidad nacional, y el alma sonora del pueblo dominicano.
A pesar de ser este ritmo sabroso y contagioso nuestra bandera musical, hemos observado que el mismo debe ser reforzado como opción de permanencia y de transferencia generacional; ya que en los últimos tiempos ha venido experimentando niveles de poca difusión, promoción e incentivo, creando cierta merma en la población juvenil, la cual emigraron al consumo de otros tipos de ritmos musicales.
Ahora bien, lo planteado anteriormente no significa que el mismo se apagará, de ninguna manera; es que mientras exista un dominicano en la tierra, su corazón latirá al compás de merengue.
En los momentos actuales vemos con mucho regocijo el surgimiento de una nueva camada de exponentes jóvenes que están apostando por nuestro tesoro musical intangible, lanzando producciones con ciertos colores y matices, las cuales se han colocado en los primeros lugares en importantes plataformas de reproducciones musicales.
Por lo tanto, entiendo que es oportuno para asegurar la continuidad, preservación y la promoción de nuestra música marca país, la realización de festivales escolares del merengue; incentivar la creación de grupos folclóricos, sensibilizar al espectro radiofónico nacional para que en su programación tomen cuenta la colocación de este ritmo.
Asimismo, la creación de un museo del merengue; intensificar las conferencias y talleres sobre el merengue y ritmos patrimoniales. Que el Ministerio de Turismo en las diferentes ferias nacionales e internacionales, continúe abriendo más espacios, ya que este tesoro es un plus de atracción a turistas.
De igual manera, dado lo que establece el artículo 1 y el literal H, del artículo 19 de la Ley 176-07, del Distrito Nacional y los Municipios, donde se consagra que los ayuntamientos tienen la competencia de preservar los patrimonios históricos y culturales; se hace necesario que los gobiernos locales refuercen con políticas municipales permanentes y efectivas, la protección y divulgación de esta riqueza cultural; es decir, le brinden más apoyo.
Finalmente, concibo que, desde el Estado, a través de su Ministerio de Cultura, debe difundir con mayor dimensión el valor del merengue dentro de la sociedad dominicana, fomentar su expansión, consolidación e incentivar las manifestaciones auténticas del merengue que surjan en las comunidades.
Hay raíces culturales que no debemos perder y el merengue es mi música, la música de nosotros, la esencia de la nación dominicana; preservarlo para la posteridad es nuestra misión ineludible.