Merecen reconocimiento el esfuerzo, la dedicación, la persistencia y la vocación concertadora de los ciudadanos que, reunidos bajo la sombrilla del Consejo Económico y Social (CES), hicieron posible el cierre de dos de los pactos –educativo y eléctrico- contemplados en la Estrategia Nacional de Desarrollo.
Cientos de reuniones, miles de horas –aparte del tiempo extra dedicado fuera de las labores habituales del CES, hasta sacrificando el tiempo de la familia- son un muestrario de que en el país contamos con una masa crítica de influenciadores y tomadores de decisiones suficientemente entrenada para abordar el más difícil de los tres pactos: el fiscal.
Pero nada como la distribución de la carga tributaria genera más división y desavenencias. Todos asumimos que pagamos muchos impuestos y cada quien entiende que lo hace más que el otro.
Por eso, un amigo empresario suele decir que en cada coyuntura en que se deciden cambios en la estructura impositiva, la expresión más socorrida es “a mí no”.
Esta postura –combinada con la discriminación, la inequidad y la competencia desleal que causa el generoso sistema de exenciones, así como la histórica mala gestión del gasto público por parte de depredadores gubernamentales- depara negociaciones extremadamente complicadas a la hora de abordar el pacto fiscal.
Todo dominicano de buena fe, interesado en que su país se desarrolle económicamente y que –en consecuencia- se cohesione social, institucional y políticamente, debe apostar a que los pactos suscritos funcionen y alcancen las metas.
Quienes aspiran al fracaso de estas iniciativas son, sin dudas, malas personas dominadas por su propio egoísmo e incapacidad de sentarse a negociar, de ceder y tolerar por el bien de la República Dominicana.
Excluyo de ese círculo nefasto a aquellos que han mantenido posiciones críticas serias, valientes y razonables –como en el caso del pacto eléctrico- , pues con esto aportan una visión perfectible del proceso. La falta de criticidad es siempre muy mala consejera.
Mi expectativa es que –cumplido el mandato de la Estrategia Nacional de Desarrollo en los ámbitos educativo, eléctrico y fiscal- gobernantes y gobernados nos dediquemos con esmero a cumplir y a respetar las leyes y las instituciones.
Es el mejor de los pactos, el más sostenible en el tiempo, el menos engorroso, el más exitoso.