Santo Domingo.-Cada vez más el ser humano busca el bienestar, inicia un cambio de año mimándote, pues es bueno tomar como patrón de vida todo lo que te aporte energía, lo cual influirá en tu calidad de vida, ya que el organismo vive sometido al estrés por la rapidez que se vive actualmente.
Una alternativa milenaria y que trabaja el cuerpo de manera individualizada es el masaje tailandés, cuyos orígenes se remontan a la India y Tailandia, donde se practicaba en sus inicios como una expresión de “meta” (amor bondadoso), algo fundamental para la espiritualidad de estos países.
Su bondadosa energía
Dos mil quinientos años atrás comenzó la práctica de este masaje, que ha evolucionado hasta convertirse en un arte muy rico, sofisticado y poderoso, que activa los canales “SEN” de energía, los cuales reflejan órganos internos, influyendo así sobre los procesos físicos, mentales y emocionales.
Josué Li, instructor de yoga y masajista thai, explica que esta técnica se basa en movimientos de presión y extensión similares al yoga y al shiatsu, trabajándose tanto el músculo y el tejido conectivo como las líneas de energía del cuerpo (líneas SEN).
Hay un estilo donde se enfatiza que la acción sea suave y rítmica, poniendo hincapié en las líneas energéticas, mientras que otra técnica enfatiza la presión sobre los puntos.
El experto destacó que la terapia del masaje tailandés beneficia a las personas que sufren de estrés y tensión en el cuerpo y la mente, dolores musculares y articulares, insomnio y tensiones nerviosas, problemas circulatorios y pérdida de flexibilidad o capacidad de movimiento.
“Promueve el proceso de curación y de desintoxicación, además de abrir y suavizar el cuerpo, practicado en una atmósfera meditativa con manos tiernas, se facilita el proceso profundo de llegar a ser”, dijo.
El objetivo del masaje thai es armonizar, asegurarle un óptimo fluir y estimular toda la energía del cuerpo del paciente, así como equilibrar las funciones de los cuatro elementos fundamentales del cuerpo: la tierra (partículas sólidas: huesos, músculos); el agua: sangre y secreciones; el fuego: digestión y metabolismo; y el aire: respiración y circulación sanguínea.