El pasado primero de agosto la Conferencia Episcopal de Bolivia emitió un manifiesto titulado: “Violencia contra las mujeres, grave síntoma de una sociedad que se deshumaniza”. Los obispos bolivianos ponen el dedo en la llaga y denuncian lo grave del problema.
“La Secretaría General de la Conferencia Episcopal Boliviana levanta su voz de dolor, denuncia y profunda preocupación por los casos de violencia contra las mujeres y las familias que, lejos de disminuir, siguen aumentando alarmantemente, produciendo muerte y sembrando luto en cientos de familias bolivianas”.
Los crímenes contra las mujeres en el seno de las familias son un hecho horrible y sigue incrementándose en nuestras sociedades. Las matan por ser mujeres, por considerarlas desde el machismo predominante como no-humanos, inferiores.
Mientras eso pasa en otros ámbitos eclesiales de América Latina, en República Dominicana iglesias nuestras traen un sofista argentino, que se define a sí mismo como católico light, para afirmar que no existe la violencia de género o los feminicidios (buscar video en YouTube de entrevista con Huchi Lora). Y concluye reconociendo el embaucador que sí hay asesinatos de mujeres por sus parejas, pero que no debe denominarse de la manera que lo hacemos porque hacerlo es una cuestión ideológica.
La verdadera ideología es el machismo, que heredamos de una mentalidad política, social, económica y religiosa que tiene raíces milenarias y que en el pasado siglo XX y el actual hemos tomado conciencia de esa lacra y tratamos de erradicarla.
Si el siglo XIX fue el momento en que la esclavitud de los hombres y mujeres de origen africano fue enfrentada y su erradicación comenzó a materializarse, no sin grandes guerras y convulsiones sociales, en el siglo XX el movimiento feminista logró transformar muchas leyes y patrones sociales que marginaban a la mujer y comenzar un proceso, en el cual estamos, donde la igualdad entre hombres y mujeres es el objetivo último. Pretender desconocer eso, que es la raíz del pensamiento machista de muchos hombres y mujeres, equivaldría a retornar a la esclavitud de los africanos en territorio americano.
Cuando católicos y protestantes buscan a personajes como el argentino para fortalecer sus convicciones, no lo hacen en cuanto cristianos, sino en cuanto hombres y mujeres enraizados en la mentalidad machista donde fueron formados y que no quieren abandonar, incluso que profanan la escritura bíblica para encontrar argumentos con los cuales humillar y someter a las mujeres.
Los obispos bolivianos invitan a la acción: “Animamos a todas las instancias de la Pastoral Familiar, en los ámbitos local y nacional, a que asuman como prioridad el servicio a las mujeres vulnerables y sus familias, con iniciativas en la prevención, atención oportuna y acompañamiento”, e invitan a todos los bolivianos y bolivianas “para que juzguen la gravedad de estos delitos, a la luz del Dios Padre que quiere una vida plena y abundante para sus hijas e hijos”. Vida que los machistas niegan a las mujeres, que los racistas la negaban a los que esclavizaban y los xenófobos se la niegan a los migrantes que llegan a sus costas y fronteras huyendo de guerras y hambre.
Este neo-machismo que intenta por varios medios poner en reversa la historia y devolver a las mujeres a las condiciones de sometimiento que tenían hace medio siglo, es en el fondo una forma de rigidez mental, inspirada en el temor al cambio. Oportuna una cita de Francisco sobre esa patología mental: “Tras la rigidez hay algo más escondido en la vida de una persona. La rigidez no es un don de Dios. La mansedumbre sí, la bondad sí, la benevolencia sí, el perdón sí. Pero la rigidez no”. La rigidez, y el machismo es una expresión de esta, es una obsesión por controlar el entorno social en función de conservar el poder sobre los demás, es un culto al dominio de los otros, en último término es la enfermedad de un ego que se niega al cambio, que se cierra a la conversión a que nos invita Jesús. Que algunos católicos criollos le hagan más caso a un católico light que al Papa es muestra de la fuerza del machismo por encima del Evangelio.