¡El lobo, el lobo!

¡El lobo, el lobo!

¡El lobo, el lobo!

Rafael Molina Morillo, director de El Día

¿Recuerdan ustedes el cuento de aquel jovenzuelo que se dedicaba a aterrorizar a la gente de su aldea, gritando que un lobo feroz y hambriento andaba merodeando por los callejones en busca de alguien a quien devorar?

¡El lobo, el lobo! –vociferaba el muchacho en cuestión y se arrastraba de la risa viendo a la gente huir despavorida.
Pero un día el lobo vino de verdad y al primero que se comió fue al travieso rapaz.

El cuento tiene una moraleja, y es que nadie debe jugar con la candidez de los demás, porque al final queda al descubierto el engaño y la gente pierde la fe y la confianza.

Cuidado si nuestra Cancillería, con sus reiterados e incumplidos avisos de que va a introducir el orden en ese importante departamento del Gobierno, está incurriendo en la mala maña del jovenzuelo del cuento.

Son muchas, pero muchas, las ocasiones en que se han anunciado limpiezas y medidas correctivas para que tengamos unas relaciones exteriores como Dios manda, sin que los anunciados propósitos se hayan cumplido.

Embajadas servidas por personas ineptas, “diplomáticos” que cobran fabulosos sueldos en dólares y euros sin trabajar, otros que ni siquiera se han establecido en su sede pero cobran, personal en exceso por todas partes…
El señor canciller ha dicho, en otras palabras, que se le hará frente al lobo y que la Cancillería será metida en cintura. ¿Será verdad? Cuidado si el lobo llega de verdad y se los come a todos…



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