La democracia es un sistema político permanentemente decepcionante para aquellos que sufren cuando las decisiones no son como quisieran.
Su naturaleza le exige tomar en cuenta todas las posiciones, y atenerse a un criterio de solución distante de la pureza de cualquier tipo: la mayoría. En este sentido, en democracia no se hace lo “perfecto” o lo “mejor”, se hace lo que la mayoría decide. Y esa decisión, la mayor parte de las veces, es imperfecta.
De ahí que, en cualquier discusión pública, emerja el argumento de que las partes deben renunciar a algo, buscar consensos. Suele suceder que quien no se mueve de su posición inicial pierde apoyos por su intransigencia. Y es normal que así sea, porque los conflictos democráticos no tienen por qué ser eternos.
En nuestro país nos sucede algo similar con las tres causales. Los sectores más conservadores se han enroscado en una posición extremista, que les ha restado respaldo. Las tres causales que rechazan no representan un extremo, puesto que sólo se permitiría la interrupción del embarazo en situaciones límite, como el peligro de la vida de la madre, cuando la criatura viene con deformaciones que le impedirán la vida fuera del útero y cuando la mujer ha sido violada.
Esta posición es tan comedida que ha generado apoyos incluso entre quienes se oponen al aborto libre. Saben que no es lo mismo, que son cosas muy distantes.
Por eso, algunos oponentes a las tres causales se empeñan en convencer a los dominicanos de que la causal de incompatibilidad con la vida permitiría el aborto por razones como el síndrome de Down.
Esto es falso, y débil es el edificio que se sostiene sobre esos cimientos. La gente no es tonta, y se molesta cuando descubre que se le intenta tomar el pelo. También percibe, casi siempre con razón, que detrás de esa distorsión se esconde la inseguridad de quien la intenta en sus propios valores.
La disyuntiva de la sociedad dominicana es clara: una prohibición total que sólo existe en cinco o seis países del mundo, o permitir que la mujer embarazada pueda decidir salvar su vida. No hay duda de dónde se encuentra el justo medio.