El juego de la distracción 

El juego de la distracción 

El juego de la distracción 

Lily Montaño.

Cuando recién iniciaba el presente año, se estrenaba la película “Don’t look up” o “No mires arriba”, en español, protagonizada por reconocidos actores estadounidenses como Meryl Streep y Leonardo Di Caprio, entre otros. Sin ánimos de avanzar detalles -para los que no la han visto- bajo exacerbadas críticas a su argumento estuvo mucho tiempo, no siendo más que una representación, una sátira de la denominada civilización del espectáculo.
En el filme, dos científicos que ven la evidencia de un meteorito que se va a estrellar contra la Tierra, quieren hacer ver la importancia de este acontecimiento y la posibilidad de cómo contrarrestarlo. A pesar de tener las pruebas del mismo, el hallazgo se convierte en un hecho banal y de ultra difusión de entretenimiento alrededor del mismo, que una vez generado los likes , se desinfla la burbuja y se olvida el hecho importante.
Constantemente nos quejamos de injusticias, desigualdades, abusos, atropellos, pero fácilmente entramos en este juego, a la vez que exigimos excelencia en la educación del estudiantado, que cada vez menos puntuación obtiene en las evaluaciones internacionales de comprensión lectora. Este fenómeno no es nuevo, hace décadas el destacado intelectual Noam Chomsky elaboró un texto definiendo las estrategias de manipulación existentes en el mundo de hoy, una de ellas, la distracción. Los grupos de poder orientan la atención hacia temas de entretenimiento o banales, ampliados de manera estrepitosa en las redes sociales, dándole mayor realce y perdiendo la importancia problemas reales o simplemente omitiéndolos de los focos de atención mediática.
La reflexión, que consecuentemente lleva a la acción , es echada de lado y se le atiborra de tanto contenido fugaz, desechable, que la profundidad ya es vista como pecado capital.
Que se sirva sobre la mesa el contenido de valor, opciones que permitan ejercitar el pensamiento e ir más allá, sabiendo por qué pasa lo qué pasa , convirtiendo al ciudadano en actor principal, no borrego.