José Miguel recomienda a los emprendedores educarse primero, trabajar duro y levantarse cada vez que caigan. elieser tapia
SANTO DOMINGO.-Los que se lucran por especializarse en motivar a los emprendedores, suelen coincidir al afirmar que un negocio requiere un mínimo de cinco años para funcionar como se le concibió, pero sólo los que están en plena zafra comercial saben lo que significa que un incendio destruya el esfuerzo de tan solo tres años de trabajo.
Al contarnos la historia, José Miguel Bonetti Guerra abandona su asiento y en colaboración con su hija Ligia Bonetti, abre una puerta contigua a su oficina desde donde extrae una pintura que recrea lo que inicialmente era la Sociedad Industrial Dominicana.
La empresa había sido fundada en 1937 por Jesús Armenteros y José Bonetti Burgos, pero para 1940, tras el siniestro, tuvieron que empezar desde cero.
La crisis del maní
Fue precisamente en esa década cuando introdujeron el aceite de maní e incentivaron su cultivo entre agricultores, lo que motivó que la compañía fuera conocida como La Manicera.
“En ese periodo y antes de que viniera la revolución, los salarios aumentaron en un porcentaje muy importante que duplicó el consumo de aceite en 1962, y se creo el déficit”, explica Bonetti Guerra.
Ese déficit, junto a la reducción en la producción de maní, cuyas mejores cosechas alcanzaron las 12,000 toneladas anuales, empezó a crear dificultades. “Desde el momento en que empezó a entrar un producto más barato (la soya), los agrónomos se daban cuenta que el cultivo de maní estaba condenado al fracaso”, dice.
Indica que llegó un momento en que el maní no le resultaba ni a los agricultores ni a la empresa.
“Si uno sembraba en abril y mayo y no llovía de junio a julio, la tierra se ponía como una piedra.
Inicialmente llegaron a importar el maní desde África, pero también de allí desapareció, lo que le dio preponderancia a la Soya.
Diversificación
A partir de la década del 1960 y tras asumir Bonetti Guerra funciones de dirección, llegaron alianzas con otros sectores, lo que sentó las bases para la diversificación del negocio. Introdujeron nuevas marcas de aceite, algunas de las cuales se volvieron icónicas, detergentes, embutidos, cereales, agua purificada, golosinas, jugos, leche, etc.
Preparación previa
Sus hijos Ana, Ligia y Miguel, trabajaron como empleados para otras empresas antes de dedicarse al negocio familiar. Tanto la diversificación del negocio como la búsqueda constante de nuevas marcas y productos, sentaron las bases que les permitieron encarar el Tratado de Libre Comercio firmado en 2001.
Siete años antes de la firma, Ligia, que hoy ocupa la presidencia ejecutiva, fue comisionada para buscar líneas internacionales, lo que les permitió estar preparados para las exigencias de los grandes mercados.
Personal
Bonetti Guerra prefiere evitar recibir el tratamiento de don. A sus 84 años de edad y pese a haber traspasado ya la administración del negocio familiar, José Miguel (como prefiere que le llamen), se mantiene informado sobre el precio que en los mercados internacionales tienen las materias primas. Habla con fluidez sobre las cosechas de maíz, soya y el trigo.
Tiene palabras para sus nietos: “que estudien, que vean el ejemplo de sus tíos o de su mamá; me siento satisfecho de haber podido pasar a la tercera generación. La meta de ellos es poder ir a la cuarta. Pero primero tienen que prepararse”.
A los emprendedores recomienda educarse primero, trabajar duro, esperar su momento, levantarse cada vez que caigan, dar lo mejor de sí mismos y disfrutar del camino.
“La meta no es ganar dinero sino disfrutar lo que se hace”. José Miguel afirma sentirse satisfecho con lo logrado. “Soy de los que piensa que cada cosa que hacemos en la vida nos ha traído hasta aquí así que no soy de los que lamenta mucho las cosas.
Doy gracias por las bendiciones y mientras tus actuaciones sean para generar el bien sin intención de lastimar a nadie, no debes arrepentirte de nada”.
Diálogo abierto con empleados de MercaSID
Guía. Un estricto control de precio, la inestabilidad política, las huelgas de empleados y las carencias que cíclicamente presentan algunos productos, también formaron parte del cúmulo de dificultades que MercaSID ha tenido que sortear.
En el caso de las huelgas suscitadas en los primeros años de la compañía, estas se vieron reducidas al mínimo posterior a 1968, no teniendo desde entonces una parálisis en la producción.
“Eso no necesariamente quiere decir que todo está perfecto, lo que quiere decir es que hemos mantenido un dialogo abierto”, dice Ligia Bonetti.