MANAGUA, NICARAGUA. Estoy plenamente consciente de las dificultades del momento que vivimos en República Dominicana. Leo, pasmado, sobre la ocurrencia de eventos trágicos y desconcertantes que provocan el abatimiento y la angustia de muchas personas.
Como lógica compensación es notable que un gobierno que recibió un país devastado por una pandemia mortal y en devastadoras condiciones económicas, financieras y morales se encuentre ejecutando un programa de desarrollo y de rescate de las instituciones que reafirma la fe de las mayorías nacionales en los años por venir.
Por eso no me dejo tentar por el descreimiento y la ausencia de fe. Y reflexiono que lo mejor que pudo hacer el pueblo dominicano es haber elegido una persona que, resulta evidente, siente en lo más profundo de su corazón y de su mente su sentido del deber para con la República Dominicana, con el pueblo, y la ineludible responsabilidad de conducir a ambos a puerto seguro. Su trabajo de estos años ha sido el de dispersar las tinieblas y crear un horizonte y una percepción diferente del destino de todos. La esencia de su pensamiento es que es fundamental ser optimistas para concretar un futuro promisorio y trabajar sin descanso para lograrlo.
Creo haber insistido en una recomendación personal y que se relaciona con los hábitos adquiridos gracias al privilegio de haber sido educado en tres colegios orientados por criterios que tenían como norte la divisa insoslayable de Sócrates: conócete a ti mismo.
Me refiero a un ejercicio que me ha sido de gran ayuda en la toma de decisiones: el examen de conciencia. La reflexión es, en gran medida, un imprescindible deber vinculado a la libertad personal y a la responsable toma de decisiones.
El mundo que nos ha correspondido vivir se encuentra desbordado de circunstancias y realidades, conocidas algunas, ignoradas muchas otras como siempre ha sido. Es el gran desafío de la conciencia y la condición humana. Decidirse, en un ámbito de esta naturaleza, supone una meditación previa, en la que se aprecien y evalúen muchos aspectos, a fin de asumir la decisión correcta en cada caso o circunstancia.
Estas ideas están vinculadas de manera muy íntima con aspectos trascendentes de nuestra existencia. Porque nadie ignora que vivimos en un momento saturado de complejidades. No dejaré de insistir en el hecho de que los dominicanos han sido muy meditativos en muchas de las elecciones que nos ha correspondido asumir desde la desaparición formal de la dictadura de Trujillo en el l961.
En ocasiones nos hemos desviado y nuestras expectativas han mordido el polvo. A pocos meses de la caída de una dictadura de 30 años, las elecciones fueron ganadas mayoritariamente por el profesor Juan Bosch y el Partido Revolucionario Dominicano, que, en esos momentos, resultaban la mejor opción, la más próxima a los sentimientos mayoritarios del pueblo.
Siete meses después el gobierno fue derrocado y los desafueros que se produjeron a partir del golpe de Estado provocaron una violenta respuesta del pueblo: el héroe nacional Manolo Tavarez Justo se alzó a las montañas en una guerra de guerrillas que fue liquidada de manera sangrienta y él vilmente ejecutado.
En el 1965, el pueblo se alzó en armas en la insurrección abrileña que fue sofocada por una intervención extranjera auspiciada por la Organización de Estados Americanos y sus cómplices criollos.