Algo diferente se está sintiendo en Damasco. El centro de la capital siria casi no resultó dañado durante los pasados siete años de guerra, a diferencia de la mayoría de los suburbios, que están convertidos en escombros.
Pero el sonido de la guerra sí que había acompañado el día a día de la ciudad: ataques aéreos y de artillería en los suburbios y, mucho menos poderosos, los bombardeos de las fuerzas rebeldes.
Sin embargo, desde la caída hace unos meses de Guta Oriental, el enorme enclave rebelde en el límite de Damasco, todo ha cambiado.
La guerra todavía está en la mente de la gente, dominando su vida. Pero físicamente está en otras partes, concentrada por ahora en el sur, cerca de la frontera con Jordania y el límite con los Altos del Golán. El territorio sirio ocupado por Israel desde la guerra árabe israelí de 1967.
En el barrio cristiano de la vieja ciudad amurallada, las estrellas calles y callejones están llenos de gente. Las tiendas y restaurantes están abiertos y concurridos. Los bares tienen pantallas gigantes listas para otra noche de partidos del Mundial de Fútbol de Rusia 2018.
En marzo, cuando estuve allí por última vez, entrevisté a una adolescente que perdió la pierna cuando un proyectil, disparado desde posiciones rebeldes, aterrizó en esas mismas calles.
Ataques mucho más poderosos fueron dirigidos a Guta Oriental, a los rebeldes que lo controlaban y a los civiles que tuvieron la mala suerte de vivir allí.
El fuego provenía del Ejército Árabe Sirio y sus milicias y aliados rusos.
Guta subterránea
Ahora es posible, con permiso oficial y un escolta militar, visitar las ruinas de Guta Oriental. En todas partes se ve el daño.
Las áreas más cercanas a las líneas del frente son las peores. Bloques de concreto quedan donde alguna vez hubo edificios de apartamentos de unos 10 pisos o más, perforados por la artillería o destruidos por el fuego.
El principal grupo armado en Guta Oriental, Jaish al Islam, construyó una vida alternativa subterránea.
Perforó túneles que unían sótanos de concreto. La mano de obra fue impresionante, considerando que los túneles fueron construidos en un enclave que estuvo bajo asedio desde el fin de 2011 hasta sólo hace unos meses.
Algunos de los túneles son suficientemente grandes para que pueda pasar una camioneta. Un hospital subterráneo que se llenó con las víctimas durante los peores bombardeos continúa abierto, bajo las banderas de Siria y Rusia.
Todavía funciona, atendiendo a los niños que se han lesionado jugando en los sitios bombardeados.
Al final, el Jaish al Islam no fue suficiente para resistir la tenacidad de las fuerzas armadas sirias y el poder de fuego de los rusos.
En los últimos años la mayoría de los grupos armados en Siria perdieron el apoyo de las potencias extranjeras.
A principios de la guerra, Estados Unidos, Reino Unido y también Turquía, Arabia Saudita y Qatar, en distintos grados, ayudaron a entrenar y armar a los rebeldes que querían derrocar al presidente Bashar al Asad.
Todo cambió después de 2015 cuando Rusia intervino de forma decisiva en el guerra.
Los hombres que construyeron los túneles bajo Guta Oriental esperaban ganar. Estaban equivocados, aunque por un tiempo pareció que podrían estar en lo correcto.
Pero con la caída de Guta Oriental y otros pequeños enclaves alrededor de Damasco, el régimen ha construido un ímpetu formidable.
Ofensiva de Al Asad
El presidente Asad y sus generales han quedado aislados y sancionados por Occidente, los sauditas y otros. Pero después de siete años están cerca de la victoria en el conflicto que comenzó en marzo de 2011 en Deraa, en el sur de Damasco, en la frontera con Jordania.
La ciudad ahora es foco de una ofensiva de las tropas del gobierno, apoyadas por los rusos. Su objetivo es recuperar de los rebeldes una amplia sección del sur de Siria.
Se han visto folletos en Deraa que se refieren a las primeras manifestaciones en el país y que declaran que el levantamiento comenzó en la ciudad y será enterrado allí.
En estos momentos, unos 270.000 civiles (según cifras de la ONU) han quedado desplazados por los combates. No se les permite entrar a Jordania ni a los Altos del Golán. La ONU y el Comité Internacional de la Cruz Roja han emitido serias advertencias sobre sus vidas amenazadas.
Las tácticas del ejército sirio ahora son familiares. Una fuerte presión militar acompañada por conversaciones para «la reconciliación», que es otra palabra para rendición negociada.
Algunos grupos que se han opuesto al régimen durante años están obedeciendo. Otros insisten en que seguirán combatiendo. Es difícil ver cómo la batalla puede sostenerse por mucho tiempo contra el poder de fuego del ejército sirio y los rusos.
Detrás de los combates hay una realidad más grande. El régimen de Asad cree que casi ha acabado con sus enemigos. No puede hacer mucho sobre las grandes potencias que tienen tropas en partes de Siria, particularmente Turquía, Estados Unidos y sus aliados.
Pero los grupos armados que aseguran se originaron de las primeras manifestaciones en Deraa en marzo de 2011 ahora están combatiendo sus últimas batallas.
El derramamiento de sangre, los conflictos y las ciudades destruidas continúan destruyendo vidas en Siria. Pero la lucha del régimen de Asad por la supervivencia está casi finalizada.