A varios meses de las elecciones internas de los partidos políticos en la República Dominicana, aún hace falta definir algunos temas sobre la ley de partidos, sin embargo, es el ilusionismo político que nos llama a la atención, ya que el ilimitado ilusionismo político, empresarial y comunicacional está llevando a muchos ciudadanos a perder el sentido de la realidad política y a perder la capacidad de analizar los distintos escenarios políticos y sociales, siendo una lástima el que algunos políticos, comunicadores y empresarios hayan perdido el sentido de la realidad política nacional y el sentido de su propia realidad personal, evidenciando que ignoran sus propias limitaciones políticas, y sus limitaciones intelectuales, pues lo primero que debían evaluar al momento de lanzar una precandidatura, ya sea presidencial, congresual o municipal, no es su marcado deseo de trascender en un escenario político donde hoy cualquiera aspira, sino determinar si se cuenta con las suficientes condiciones políticas e intelectuales para aspirar y ganar, porque desde la calle vemos que muchos caen en un ridículo brutal.
Es evidente que en la República Dominicana hay una crisis de liderazgo político, de liderazgo religioso, de liderazgo empresarial, y de liderazgo social, aunque al decir esto no queremos decir que no existan personas con liderazgo y credibilidad, sino, más bien, que hay una cantidad considerable de personas que, sin suficientesméritos políticos, sin suficientes méritos intelectuales, y sin suficientes méritos sociales se consideran presidenciables, algunos simplemente porque tuvieron la oportunidad de ocupar una posición ministerial, congresual o municipal, otros que no se han cansado de aspirar a la presidencia desde micro partidos que nunca crecen en el favor popular, mientras otros aspiran a la presidencia sin siquiera tener partidos, sólo porque han tenido la oportunidad de hablar en radio o dirigir, con pobre desempeño, algún gremio empresarial o sindical, constituyendo aspiraciones poco viables donde la ausencia de un discurso conceptual es la falencia fundamental, siendo evidente, al escucharles a través de los medios masivos de comunicación, que al hablar sólo articulan el mismo discurso anticorrupción de siempre, discurso enarbolado por el PRD en los años de gobierno de Balaguer, pero al llegar al poder lo olvidaron, luego enarbolado por el PLD en los gobiernos del PRD, y que al llegar al gobierno lo olvidaron, y enarbolado por muchos socialistas latinoamericanos, pero que al llegar al gobierno lo olvidaron, lo que demuestra que el discurso anticorrupción es un mero discurso de oposición.
La triste realidad que aflora en la mente de los aspirantes a las más altas posiciones políticas, es que sus mentes viven un mundo de sueños, ilusiones y fantasías políticas, y como soñar no cuesta nada, son esos mismos sueños los que los colocan cada vez más lejos del protagonismo que necesitarían lograr para ganar el codiciado espacio político electoral, olvidando que en primer lugar se requiere entender la política desde la conceptualización de las ideas, analizando las perspectivas políticas del pasado para compararlas con las perspectivas políticas presentes, ya que esto les ayudaría a entender la realidad política del momento, mientras que en segundo lugar necesitarían apoyo absoluto de un partido político fuerte, con suficientes recursos económicos para una amplia campaña radial y televisiva que garantice transmitir un discurso conceptual sobre cada problema nacional, el cual pueda movilizar a gran cantidad de votantes que ayuden a competir con posibilidades de éxito electoral.
Muchos aspirantes a puestos políticos superiores están en el momento preciso de analizar la situación política actual para determinar si deben redefinir sus aspiraciones o si deben continuar soñando despiertos y transitando el camino de su fracaso político por falta de conocimientos políticos, por su individualismo, por su fanatismo, por su ilusa ambición y por su desesperación en querer correr antes de aprender a caminar, creyendo que la presidencia de la República es un número de lotería que todo el que entre al juego tiene la posibilidad de ganar el premio mayor, olvidando que primero deben crear las bases que permitan obtener el reconocimiento de los ciudadanos que buscan personas que aporten soluciones que resuelvan los problemas esenciales, ya que hablar diariamente de corrupción no le aporta nada a ningún aspirante, pero le resta mucho, porque el uso repetitivo del tema de la corrupción indica que el aspirante no domina otros temas fundamentales para encaminar políticas públicas en beneficio de todos los ciudadanos dominicanos, y esta es la triste realidad de los ilusos de la política.