El idilio de factura posmoderna de un cura

El idilio de factura posmoderna de un cura

El idilio de factura posmoderna de un cura

Alex Ferreras

El intento de un cura de idealizar la presunta falta de fronteras entre la República Dominicana y Haití, basado en la misma religión que compartirían los dos pueblos, es decir, la católica romana, se origina extrañamente con un artículo suyo titulado “Una crónica. Un fin de semana en Puerto Príncipe” en “el templo” de “Areíto”, el suplemento literario del periódico “Hoy” d/f 11/10/2014, y no precisamente por el rito de la cohoba que practicare cuanto por la agenda ideológica que tiene entre manos. 

Desde la perspectiva de Antonio Luberes, supuestamente no existe ninguna línea divisoria entre los países; sólo hay fronteras del corazón. Todo, pues, según esta óptica, se resuelve con el “amor” entre las gentes y al prójimo.

Admirable lección de fe, sin duda, pero que desgraciadamente no toma en cuenta los graves problemas a los cuales tiene que enfrentarse cualquier país en este mundo posmoderno donde perro come perro y, de no estar alerta, a ti te comerían como perro caliente en un decir amén.

Luberes habla en éxtasis de la religiosidad de los haitianos. Todos en misa bien vestidos, atentos a la liturgia, respetuosos y en completo silencio.

Una auténtica estampa de religiosidad que seduciría a cualquiera, ciertamente, si no fuera que en ese desdichado pueblo está arraigada otro tipo de religiosidad que lo ha mantenido y todavía lo mantiene sicológicamente esclavo: el vudú. Pero, en su arte de pintar su idílica escena de religiosidad cristiana, al jesuita se le escapa mencionar tal cosa en absoluto.

La idea es presentar a Haití como una nación cristiana, una especie de comunidad teocrática ideal como sus predecesores establecieron en Paraguay en el pasado. Esto, claro, se distinguiría de la República Dominicana, donde el materialismo y la falta de religiosidad inducidos por el bienestar y la vida fácil supuestamente campearían.

Hermanos jesuitas de este lado y hermanos jesuitas de aquel lado se encargarían, pues, de darles a los dominicanos una lección de fe ausente en ellos, pero fuertemente presente en ese otro pueblo.

Con un esquematismo mental blindado de ese calibre, no hay “loases”, ni “metresas”, ni otros demonios que osare quebrantarlo; cuenta con una bendición apostólica y misionera.

Con parejo paraíso posmoderno que elimina las fronteras y hace que los corazones tan diversos de los diversos pueblos se unan en armonía, más allá de los problemas ideológicos, sociales, económicos, culturales, lingüísticos y religiosos, ¿qué más se puede pedir en este y en el otro mundo?



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