El hombre y su racionalidad, perversa y criminal

El hombre y su racionalidad, perversa y criminal

El hombre y su racionalidad, perversa y criminal

Porque: “Familiar a la virtud,
extraño a la maldad”

La virtud encuentra su
Recompensa, en sí misma.
M.T. Cicerón.-

Controlar el destino constituiría algo magistral para la vida del hombre, aunque de por sí, podría engendrar peligros propios de las ambiciones y desvaríos del ser humano, un ser que se ha autoproclamado como el único pensante y de sentimientos en la tierra. Tanto es así, que se dice que el hombre es el único que posee alma y, en contraposición, se dice que ese elemento a la vez, significa la vida. Es en esos momentos cuando las paradojas entran en juego, debido a que si es así, entonces los animales llamados irracionales y hasta la foresta por igual, poseen vida y sienten, pero el hombre dice que no.

Los árboles son solo eso, cosas que no sienten tal y como conocemos la vida pero sin embargo, respiran y tienen vida, aún y no posean alma. Un machete no produce ningún tipo de dolor al árbol, dice el hombre, como por igual el hacer nacer y crecer los pollos en las granjas y su posterior sacrificio, tampoco conlleva ningún tipo de sentimientos o dolor, ya que solamente, el hombre siente.

Bueno pues, ese tema lo dejo ahí mismo, siendo lo que es, a pesar de que durante milenios, supuestamente, ha sido. Por igual, lo mismo da, irnos con el gran polímata Juan Jacobo Rousseau y su aseveración de que el hombre es bueno por naturaleza y que es la sociedad quien lo corrompe” o quizás lo dicho por Nicolás Maquiavelo sobre el mismo tema pero, quien consideraba que “el hombre es malo y perverso por naturaleza, a menos que precise ser bueno” y quizás, esto sea lo más cercano para responder lo expresado en el primer párrafo.

Podemos figurarnos la vida como nos venga en ganas, teniendo o no razón, que al parecer, todos los colores y circunstancias, dependen desde el lado en que se mire o sienta. Y estos mismos hechos, verdades o mentiras, tienen sus seguidores y en muchas ocasiones, dependen hasta donde se encuentre aposentado el Poder, ya que, “los hombres generalmente juzgan más con los ojos que con la mano. Porque todos pueden ver y pocos sentir. Todos ven lo que aparentas ser, pocos saben realmente lo que eres”.

Podemos hablar de Paz, esa misma que se dice fue concebida como algo consustancial al género humano, como parte fundamental de su destino, pero, sin embargo, es el único animal que mata –siendo racional y tener alma-, por puro gusto o por viles sentimientos. Incongruencias de la vida, el hombre se considera perfecto o con muy leves taras y esa misma creencia lo conduce a creerse un semi-Dios, un predestinado y más, cuando por azar del destino o una férrea actividad perversa, abusiva o criminal, le permite ostentar algún tipo de poder sobre sus demás congéneres, entonces y solo entonces, salen a flote todas sus perversidades y mediocridades que en mayor o menor grado, lo acercan más a los que él llama, animales irracionales y sin capacidad para sentir.

Cualquiera pensaría que me estoy refiriendo al pasado reciente y no se equivoca. Nunca había asistido a hechos tan pesarosos, abusivos y descaradamente defendidos y justificados desde la cumbre del Poder, constituyendo lo peor, que ya fuera o saliendo del mismo, ha dado asco el ver como justifican y pretenden tergiversar los hechos bochornosos y corruptos que hasta la fecha se hayan cometido en este país.

Hoy asistimos, en medio de esta Pandemia del Covid-19, enfermedad doblemente mortal por lo que implica y la manera descaradamente politiquera con la cual fue manejada, que hasta los jugadores están facilitando apuestas de que si pagaran o no; si habrá cárcel para los principales –iniciando-, por las tantas desquiciadas cabezas implicadas o, si por el contrario, solo será otro capítulo de negociaciones políticas en busca de la mal llamada ¿gobernabilidad?

Ni aspiro ni desespero, porque conozco muy bien, que es casi imposible predecir el curso futuro de la historia aún y hoy se diga no, porque mañana, fácilmente, sin haber cambiado los presupuestos, puede aparecer el sí. ¡Sí señor!



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