El hombre se ha hecho insaciable tras la búsqueda de lo material.
Todo indica que una gran parte no puede asimilarlo, y aceptar que con el trabajo honrado y con el sudor de su frente, es como se forjan las sociedades que obtienen su desarrollo integral.
Las cosas han llegado al extremo de que nuestras sociedades ya no se sorprenden en lo más mínimo, que muchos de sus “honorables” se involucren en actos de despreciable de corrupción, narcotráfico o cualquiera otra actividad ilegal.
El caso del lanzador mexicano Esteban Loaiza, héroe deportivo de millones de sus compatriotas, es sencillamente doloroso, y una muestra de que caminamos por caminos tortuosos.
No es posible que de ícono y héroe del deporte en su país, de la noche a la mañana se pase a ser un vulgar narcotraficante.
Esto es sencillamente perturbador para las presentes y futuras generaciones, en especial en nuestro país, donde se observan a cada momento penosos casos de corrupción y narcotráfico, sin que los culpables reciban las sanciones que dictan las leyes.
Pero ya nada debe sorprender, porque hasta militares de alta jerarquía, incluso los que están directamente asignados para combatir esos males, se han involucrado, y algunos son tan “pechuses” que exigen, hasta con arrogancia, la devolución de los bienes adquiridos mediante esa actividad. ¡Dios mío!