El historiador de la ciudad

El historiador de la ciudad

El historiador de la ciudad

Wilfredo Mora

Desde 1938, los historiadores cubanos celebran el 1 de julio, el día del Historiador de la ciudad, una figura en la que deberíamos pensar nosotros, si queremos abordar el tema de los programas de proyectos socio-culturales, investigaciones históricas, reanimación social, conservación del patrimonio cultural y la transformación social para ser aprovechadas por nuestras ciudades, en busca de sentido del entorno cultural y patrimonial.

Personalmente fui hechizado por la obra “La ciudad de las columnas” (1964), de Alejo Carpentier, en la que describe los atractivos culturales de La Habana, no sé si por esta ciudad poseer columnas como ninguna otra en el continente, o quizás para conmemorar el centenario de la fascinante ciudad.

He sabido que en el código penal de Checoslovaquia, ciertos delitos incluyen la expulsión de Praga por unos meses, por considerarla la ciudad más bella del mundo; en Holanda, donde viví una brevísima estadía, hay ciudades que con frecuencia ganan premio de la Unesco por ser consideradas las más ecológicas del hemisferio, o del mundo.

Pero volviendo a nuestro asunto, es necesario variar el curso de los acontecimientos municipales de la ciudad, y crear la figura del historiador de la ciudad. En Cuba, desde 1981, existe dicha Oficina.

Ella es responsable de múltiples tareas, entre estas “la labor del rescate y la divulgación histórica”. Posteriormente se creó la Dirección de Arquitectura Patrimonial, que en varias etapas comprendió un plan inicial de restauración del Centro Histórico; después de la acción estuvo enfocada en adecuar las edificaciones en ruinas por efecto del tiempo, por causa de los huracanes.

Luego vino el Museo de la ciudad, convertido en “un sistema único de museos, galerías, centros culturales, lúdicos y de formación artística para niños y jóvenes”.

Somos de opinión que el nuevo Ayuntamiento de la inmortal ciudad de Santo Domingo debe aprovechar esta interesante coyuntura, que bien puede incluir el talento de la gente y hacer engendrar sus arquetipos culturales.

Somos un pueblo florido, a pesar de que no hay una sola flor en las avenidas, empenachados de palmeras, con dominancia de las ciudades costeras, tenemos el hábito de hablar y alimentarnos en las calles, de ensuciar las veredas, nos hacen faltas monumentos, tenemos que iluminar más la noche, bajar el nivel del polvo, disponer mayor cubaje de áreas verdes, frenar los letreros obscenos por las faltas ortográfica, transformar el transporte eliminando el uso del dinero y devolverle la dignidad que ha perdido, obligar a los sindicatos choferiles a nuevas tareas; pero solo si tiene lugar dentro de un proceso restaurador. Incluso, la explotación gastronómica de la nación está en franca dependencia con la restauración arquitectónica de los lugares.

Viene a mi recuerdo haberle oído decir al profesor José Guerrero Sánchez (antropólogo), que comida se escribe con la misma c de cultura.

En fin, el historiador de la ciudad está para promover y valorar el patrimonio cultural de manera integral. Debemos recuperar el orgullo de la ciudad, debemos empezar por restaurar y/o transformar nuestros edificios públicos.



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