Ya he dicho lo que pienso de Hipólito Mejía, que es un verdadero fenómeno político. Aun en uno de los peores momentos de su existencia, la política es su estilo, más que su pasión, la cual encarna en un hombre de campo que, equivale a decir, su sentido práctico de la vida.
Ayer, mientras se ponía al frente del funeral de su amada señora, volvió expresarse, como lo que es: un líder carismático.
No tiene paciencia por las cosas que realiza, pero definitivamente es un político disciplinado. Tan importante como hablar, le gusta actuar y sobre todo, calcular la realidad de sus movimientos estratégicos.
Su arte es la conversación, tiene un solo idioma para cada momento, siempre que no se decaiga en tecnicismos. A cualquiera le lanza la expresión de “teórico”, pues, es un espíritu inquieto por excelencia. No importa su pena, no podía decirle otra cosa a su adversario Leonel Fernández. Sería falso.
Jamás se refiere a un autor leído, pero los que lo conocen saben que también estudia documentos y autores importantes. Como todo líder se encuentra siempre rodeado de sus acólitos y dirigentes. Muchos de ellos han desfilado por su finca ubicada en San Cristóbal, dando verdaderas cátedras del arte del juego de dominó. Su vestir es un rasgo distintivo.
Él sabe que vestir así es por la conveniencia del clima. Y jamás se ha puesto a pensar lo que los demás piensen de su apariencia.
Es un político a carta cabal, y no existe otro asunto más importante que eso. Tiene la virtud de no ir contra el adversario que ha derrotado.
Les tiende una rama de oliva, y una frase de consideración a sus contrincantes derrotados en la contienda política. También reconoce sus derrotas, eso ya lo ha demostrado.
Es el político que mejor conecta con la gente de la calle. Y el político dominicano con mayor carisma. Cuando te saluda, empieza preguntando por los hijos, de quien recuerda hasta los nombres. Y tiene siempre una anécdota que contar de tus padres.
Sus costumbres personales son la de un hombre austero y de vida tradicional, y es un auténtico modelo de padre familiar.
Su convicción es el mayor logro que ha podido acumular en su maravillosa trayectoria de político. No importa si está equivocado, hace lo que cree. Quienes creen que no sabe oír, no saben que se reivindica en el error cuando lo convencen de estar equivocado.
En su último proceso electoral reunió a todos sus más fieles seguidores y les dijo: “Sé que tengo un cinco por ciento (5 %), aunque digo a los medios que es menos de un diez (10); en un mes les aseguro que tendremos un veinte (20) y en tres meses, créanme, tendremos más de un 40”.
Y así fue. Y aunque compitió por segunda vez, y terminó derrotado, fue una opción conveniente, pues los líderes que le sucedieron devastaron el país con la corrupción.