Hay pocos errores que producen consecuencias más funestas y traumáticas que cuando se subestima la disposición que aplica un oponente en cualquier actividad.
Cuando se tiene la firme convicción de que alguien no tiene capacidad para alcanzar un objetivo, pero lo logra, entonces se produce en quien o quienes lo dudaban, un choque interno de culpabilidad por infravalorar y sólo haber tenido como referencia, aspectos subjetivos.
Esa es una situación que históricamente se ha producido en todos los segmentos de cualquier sociedad, en especial en el ámbito político, al punto de que muchos a los que en un momento se les ha tachado como verdaderos ineptos, han alcanzado los cargos más relevantes, incluso la Presidencia.
El pasado sábado, pero en el ámbito deportivo, se registró en Jalisco, México, uno de los ejemplos más contundentes sobre la subvaloración y menosprecio que se haya registrado en la última década.
El francés Bruno Surace, boxeador prácticamente desconocido hasta en su propio país, fue llamado para enfrentar, solo para llenar “requisitos”, al reconocido Jaime Munguía, uno de los más sobresalientes púgiles en la actualidad.
Las expectativas era que el azteca debía terminar en los primeros tres asaltos, y parecía que sería así, ya que Surace fue enviado a la lona en el primero, sin embargo, aguantó hasta el sexto, propinando a Munguía un golpe que lo envió a la lona, perdiendo la noción de tiempo y el espacio.
Un triunfo inesperado que ni el francés imaginó que se produciría, pero calló a los miles de seguidores que entendían, al igual que el propio Munguía, que su rival no tenía ni por asomo las mínimas condiciones para vencerlo. Por eso, nunca subestimes ni infravalores, porque “de cualquier yagua vieja sale tremendo alacrán”.