“Deja flores a tu paso, no sabes si volverás a recorrer la misma senda”, es una afirmación muy cierta. Cuando tratamos o somos tratados con respeto, dignidad y cortesía nuestro cerebro y cuerpo pueden identificar sensaciones de placer. Sin importar el tiempo que transcurra podemos asociar esas emociones con la persona que las provocó.
Cuando las palabras emitidas o recibidas están impregnadas de resentimiento, dolor o rabia, podemos sentir ardor en el pecho, el estómago y el rostro.
A seguidas puede sentirse dolor o pesadez en la espalda, hombros, cabeza.
La pasada semana, una mujer en sus 70 años llegó al programa de adultos mayores estrenando una hermosa blusa rosada, su pelo lucia recién salido del salón de belleza y usaba un labial en combinación con su blusa. La mujer recibió ayuda de su hija y el resultado fueron decenas de halagos por parte de sus compañeros de programa. La mujer sonrió todo el día.
Al día siguiente y sin ayuda de la hija, la mujer buscó entre sus ropas, otra blusa rosada y procuró un atuendo muy similar al del día anterior; es decir que las palabras hermosas recibidas el día anterior le llenaron el espíritu y la mantuvieron motivada al autocuidado, aun al siguiente día.
Lo que dejamos salir de nuestra boca para otros pueden hacer una gran diferencia pero también las palabras que nos decimos a nosotros mismo pueden ayudarnos a encontrar metas más positivas, también pueden ser el motor impulsor que nos mantengan en el camino hacia nuestros anhelos.
Tu cerebro al igual que tu cuerpo reaccionan a los estímulos que tu les genere o permitas que otros te generen. El poder está dentro tuyo y solo tú permites que algo interno o externo te afecte de un modo u otro.
El cerebro al igual que cualquier músculo puede ser entrenado y reentrenado. Aprende a desprender. Generar lo que necesitas para conquistar la mejor versión de ti mism@. Hay ayuda para cambiar los pensamientos limitantes y negativos; búscala.