El gran desafío que enfrenta la sociedad dominicana es la permanencia en el poder de un grupo político que pretende seguir controlando los principales y decisivos estamentos de ese mismo poder a través de la utilización irregular de los recursos del Estado.
Hasta la saciedad se ha demostrado que el Congreso, la Judicatura y el Ejecutivo, o sea, los tres poderes tradicionales, sirven a los intereses grupales del PLD. Esta situación ha pervertido la institucionalidad democrática, creando una ruptura entre sociedad y Estado que ha obstaculizado el ejercicio pleno de la democracia.
Lo que ha originado una crisis que puede devenir en una crisis política, y hasta en una tormenta social con consecuencias imprevisibles.
¿Cómo se llegó a tal situación? El origen histórico es reciente. El PLD, encabezado por una cúpula de dirigentes políticos, provenientes del boschismo tradicional, aprovechó admirablemente las debilidades estructurales del PRD y la muerte de su líder José Francisco Peña Gómez, así como el colapso del Partido Reformista a raíz del fallecimiento de JoaquínBalaguer, para tejer en la percepción de la opinión publica una imagen de organización eficiente, unificada y éticamente diferente.
Después de un primer gobierno (1986-2000), el PLD capitalizó la crisis económica que experimentó el gobierno perredeísta de HipólitoMejia en 2003, retornó al poder en 2004 consolidando una hegemonía que ha durado 12 años.
En ese periodo se crearon las condiciones que permitieron la acumulación capitalista en base al tráfico de influencias de la cúpula partidaria, el control del Poder Judicial , el Congreso y las instancias electorales, logrado todo esto a través de procedimientos legales que ocultaban lo que se ha denominado “dictadura constitucional”.
Es decir, obteniendo repetidos triunfos electorales, el PLD amasó un poder que ha utilizado para impedir a través de múltiples maniobras la alternativa democrática.
Al mismo tiempo, esta cúpula fue también tejiendo un control en el seno de las masas populares, a través de programas de subsidios que han quitado presión en los sectores populares y fomentado el clientelismo hasta un nivel sin precedentes.
Siendo esta la situación a la víspera de la actual coyuntura electoral, ¿cómo desmontar esa estructura Partido-Estado?
Descartando la violencia como método de lucha, hay objetivos que en lo que resta de campaña habría que superar para vencer electoralmente al grupo reeleccionista, propósitos vinculados transversalmente, pero teniendo como tronco la movilización del pueblo de manera permanente.
Primero, desmontar la percepción que ha tratado de inyectar en el cerebro del pueblo el grupo reeleccionista de que tienen las elecciones “ganadas” tratando de confirmar esa percepción con una escalada de encuestas favorables el candidato-presidente.
Segundo, mantener la polarización entre Luis y Danilo, evitando que los electores se hagan ilusiones con un tercer camino independiente. Impulsar, pues, el voto útil.
Tercero, combatir por todos los medios posibles la utilización de los recursos del Estado en favor de la campaña reeleccionista.
Cuarto, no cesar en nuestro empeño de unificar a todos los sectores susceptibles de ser unidos contra la reelección. Atraer a nuestra campaña a todos aquellos que no están integrados por las razones que sean, convenciéndoles de la necesidad del cambio.
Quinto, luchar para que la JCE se mantenga como árbitro y no se salga de su papel legal de organismo independiente en el proceso electoral.
Sexto, prepararse electoralmente, evitando los errores del pasado. Enviar a los mejores y más calificados hombres y mujeres a los centros de votación para vigilar celosamente el proceso para impedir la contaminación del ejercicio transparente del voto.
Séptimo, intensificar el trabajo cara a cara con los electores atrayendo a los indecisos, silentes e independientes. Ahora, todo voto es importante.
Estas sencillas tareas, realizadas sistemáticamente en los días que restan, podrían garantizar la victoria de Luis Abinader.
Así de simple es la cosa.