Juan Pablo Duarte es el héroe máximo del pueblo dominicano. El creador de la República, el hombre que entregó sus bienes y su espíritu a la Patria que lo vio nacer. Es el patriota y pensador intachable, que expresó en 1865, en carta dirigida al Ministro de Relaciones Exteriores del Gobierno Restaurador lo siguiente: “En Santo Domingo no hay más que un pueblo que desea ser y se ha proclamado independiente de toda potencia extranjera, y una fracción miserable que siempre se ha pronunciado contra esta ley, contra este querer del pueblo dominicano, logrando siempre por medio de sus intrigas y sórdidos manejos adueñarse de la situación y hacer aparecer al pueblo dominicano de un modo distinto de cómo es en realidad; esa fracción o mejor diremos esa facción ha sido, es y será siempre todo menos dominicana; así se la ve en nuestra historia, representante de todo partido antinacional y enemigo nato, por tanto, de todas nuestras revoluciones: y si no, véase ministeriales en tiempo de Boyer, y luego rivieristas, y aun no había sido el 27 de Febrero cuando se le vio proteccionistas franceses, y más tarde anexionistas americanos y después españoles y hoy mismo ya pretenden ponerse al abrigo de la vindicta publica con otra nueva anexión, mintiendo así a todas las naciones la fe política que no tienen, y esto en nombre de la Patria! Ellos que no tienen ni merecen otra patria sino el fango de su miserable abyección”.
Y en esa misma carta escribió lo siguiente: “Protesto y protestare siempre, no digo tan solo contra la anexión de mi Patria a los Estados Unidos, sino a cualquiera otra potencia de la tierra, y al mismo tiempo contra cualquier tratado que tienda a menoscabar en lo más mínimo nuestra Independencia Nacional y cercenar nuestro territorio o cualquiera de los derechos del Pueblo Dominicano”.
Y más adelante, continua escribiendo Juan Pablo Duarte: “Visto el sesgo que por una parte toma la política franco-española y por otra parte la anglo americana y la importancia que en si posee nuestra isla para el desarrollo de los planes ulteriores de estas cuatro potencias, no deberemos extrañar que un día se vean en ella fuerzas de cada una de ellas peleando por lo que no es suyo. Entonces podrá haber necios que por imprevisión o cobardía, ambición o perversidad correrán a ocultar su ignominia a la sombra de esta o aquella extraña bandera y como llegado el caso no habrá un solo dominicano, que pueda decir yo soy neutral, sino que tendrá cada uno que pronunciarse contra o por la Patria, es bien que yo os diga desde ahora (más que sea repitiéndome) que por desesperada que sea la causa de mi Patria siempre será la causa del honor y que siempre estaré dispuesto a honrar su enseña con mi sangre”.
Ese es uno de los pensamientos más excelso que haya escrito patriota alguno en nuestra historia republicana. Sus palabras retratan de pie a cabeza a Juan Pablo Duarte como el patriota inmaculado, el pensador de los tiempos futuros, el patriota de hoy, el Padre de la Patria dominicana.
Duarte escribió lo necesario para dar a los dominicanos herramientas suficientes para defender su país.
Al igual que algunos de los grandes héroes y mártires de América Latina y el Caribe, Duarte falleció desterrado en Caracas, lejos de la Patria. Lo mismo ocurrió con Bolívar que murió en Santa Marta, San Martin en Boulogne-sur-Mer, O’Higgins en Lima, Betances en Neuilly-sur-Seine.
Hace poco, un dominicano, que al no poder atacar a Duarte en el plano de su patriotismo intransigente y de sus ideas, pretendió lanzarle lodo a su carácter y a su personalidad, sin ninguna prueba, a través de un programa radial, acusándolo de cuestiones triviales e irrelevantes, que no tienen ningún vínculo con la obra gigantesca de la independencia nacional, ideada y dirigida por nuestro padre fundador, pero que han ocasionado molestias a los que escuchan su programa y a muchos que se han enterado por otros medios.
Fue un acto vil de ese mal llamado comunicador, y refleja la miseria de sus ideas, y su falta de calidad moral para siquiera mencionar el nombre de Juan Pablo Duarte, pues ese nombre pertenece a un gigante que le queda demasiado grande a su miserable anatomía.