El sábado 5.3.2023 viajé a Cabo Rojo, Pedernales en un helicóptero de la Fuerza Aérea.
Había sobrevolado el sur anteriormente, llevando inversionistas británicos en mayo 2015.
Nunca olvidaré la acogida recibida en Puerto Escondido, comunidad que sufrió duramente las restricciones impuestas al país por una supuesta plaga detectada en Higüey.
Después se supo que nos castigaron por haber protegido las habichuelas de San Juan, precedente a tomar en cuenta ahora que concluye la protección arrocera del DRCAFTA.
El otro viaje tuvo un carácter más científico, cuando llevé en noviembre 2018 a los expertos de ARUP en resiliencia a sobrevolar la frontera, comprobando visualmente el efecto de la tala ilegal para producir carbón de leña.
Este tercer viaje me permitió visitar por vez primera a Cabo Rojo, reuniéndome con autoridades militares y promotores del todavía pendiente Consejo de Desarrollo Provincial.
Lo que vi en el camino fue toda una revelación.
El sur diversifica su base productiva a pasos agigantados.
Parques de energía solar y eólica coexisten con una agricultura rica y unos parques nacionales que acogen la mayor biodiversidad de la isla.
La red de carreteras, por lo menos hasta Barahona, duplicó su capacidad.
Pocas zonas tienen mayor potencial para acoger de manera sostenible todas las modalidades del turismo.
Al igual que en mis viajes anteriores la sequía afectaba la región, al punto que las inundaciones del lago Enriquillo han retrocedido casi completamente, dejando una ribera de tierra seca y salinizada.
El puesto fronterizo de Jimaní, inundado frecuentemente aún en la ausencia de lluvias, estaba seco cuando lo visité después de salir de Cabo Rojo.
Dos lecciones importantes puedo sacar de manera preliminar de esta breve pero instructiva experiencia.
La primera es que no está claro cómo se suplirá la creciente demanda de agua que generará el desarrollo turístico de Pedernales.
Por más que examino los planes maestros disponibles en los portales oficiales, el tema de la escasez de agua no se menciona ni como desafío ni como amenaza en los análisis.
Todavía estamos a tiempo para evitar los errores cometidos en otros polos turísticos, que continúan expandiéndose sin contar todavía con una red de agua y saneamiento, exponiéndolos a la contaminación inevitable de sus playas con consecuencias que no quisiera imaginar.
La segunda se refiere al potencial de la zona para producir los más cotizados minerales críticos que demanda la expansión de las energías renovables. Además de bauxita, Cabo Rojo tiene tierras raras, esas que producen China, Rusia y Ucrania, países que hasta ahora dominan el mercado mundial.
Se dirá que el turismo no es compatible con la minería o incluso con la industrialización de esos insumos clave para el futuro de la economía mundial.
La respuesta es muy sencilla: cuando el Covid-19 paralizó la economía mundial, el turismo colapsó, sin que por ello dejáramos de exportar minerales y productos manufacturados.
Esa valiosa lección de resiliencia debe tenerse bien presente.
Evitemos reemplazar una dependencia por otra.
El futuro del sur será más promisorio si se apoya en una base productiva diversificada.