Era una de esas tardes de fin de semana en que el cansancio de la semana te gana, pero un sobrino llamado Dylan no permitió ese merecido descanso.
Uno de sus hobbies es dibujar, como él dice, «todo lo que se le ocurra» no parece que en su vida de poco más de un lustro acumule tantos saberes, pues ese día en una de nuestras acostumbradas conversaciones existenciales dibujó fantasmas.
Yo asombrada y en su mundo le pregunto ¿y entonces ahora? Me dijo, no te preocupes, los fantasmas solo asustan, pero no hacen nada.
Así vivimos muchas veces, con temor a esos fantasmas, historias inconclusas, sueños frenados, sentimientos reprimidos y pasados tormentosos, cuyo recuerdo o sombra simplemente están esperando ser liberados, no hacen nada.
El sabio Dylan una vez más da una lección, mirémoslos de frente, confrontémoslos, sintamos y digamos adiós.