A todos los seres humanos sin distinción nos toca bregar con nuestra mochila. Denomino mochila a todas las experiencias de vida que se acumulan sobre la espalda y el corazón las cuales, lo tengamos consciente o no, determinan conductas y condicionan las reacciones que definen y transforman la personalidad de cada uno de nosotros.
Si por un momento nos tomáramos el tiempo de conocer el detalle de las experiencias individuales de los dominicanos que interactúan en nuestra construcción social, sé que no nos tomará largo rato encontrarnos con lo que yo denomino el factor tristeza. Este factor queda conformado por todas las heridas que se forjan en el interior del ser a razón de todas las veces que ha sido ninguneado, maltratado, ignorado, desconsiderado o violentado en su espacio personal, valor individual, libertad y derechos.
Hablar de progreso y desarrollo de una sociedad humana, es hablar de la capacidad que tienen los individuos de esa sociedad de bregar con la mochila propia. Si pensamos en las líneas de coincidencia que se trazan a partir de las historias individuales de nuestros jóvenes dominicanos, descubriríamos el rostro de una tristeza que se presenta colectiva, casi viral y que se repite e incuba en el seno familiar. A mayor marginalidad socioeconómica, puede ser mayor la crudeza en las experiencias de dolor, al punto de escuchar de forma coincidente y repetida la afirmación: “no tengo ningún recuerdo feliz de mi infancia. Solo recuerdo el maltrato, solo recuerdo el dolor”.
El factor tristeza y sus consecuencias son desde mi perspectiva una de las principales variables a considerar cuando nos planteamos el progreso del país; sin embargo, coexistimos en esta geografía sin parecer asumir nuestra cuota de responsabilidad individual en transformar la realidad que nos presenta este factor y sus implicados, replicando de manera casi idéntica los golpes y heridas emocionales en nuestras historias familiares.
La salud emocional de nuestro pueblo tampoco es tema de discursos o debates políticos desde una perspectiva netamente humana, es como si todo el peso que pudiera significar el dolor interno en los ciudadanos dominicanos, no influyeran en su capacidad para emplearse, emprender, formar familia, ocupar posiciones empresariales o políticas entre otros.
Una sociedad conformada por desnutridos afectivos, es un sociedad conformada por individuos inconscientes, tristes y manipulables. Desde ese lugar es imposible legar nada hermoso a la vida.
Una sociedad sana, evolucionada y plena se levanta desde la alegría individual, una alegría que se logra y expande a partir de la capacidad personal de vivir conscientes, despiertos, más allá del miedo, conectados con el sentido más profundo y esencial de nuestra existencia: mochilas ordenadas, abiertos a la profundidad de la tristeza, disponibles a la expansión de la alegría.