Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. Juan 1:14
La encantación de Jesús reveló los sentimientos del Padre ¡No existe un amor mayor que el de la encarnación! No fue solamente una aparición singular de Jesús, sino que él habitó entre nosotros, el hizo morada con los hombres.
Cristo como hombre tubo una relación muy estrecha con su madre, hermanos y discípulos mostrando en todas sus enseñanzas todos los atributos de Dios. A cada persona que sanaba, perdonaba y salvaba, estaba dando pinceladas de las virtudes de Dios.
Dios tomó residencia en el ser del hombre, padeciendo las necesidades que todos nosotros experimentamos.
Tan alucinante puede ser para muchos entender que Dios, a través de Cristo asumió un cuerpo humano para descender y vivir con nosotros. Dios estuvo dispuesto a llegar a ser una persona humana y entrar en esta vida que tú y yo vivimos.
Él se hizo hombre. “En la plenitud del tiempo , Dios envió a su Hijo, nacido de mujer” (Ga 4,4 ) . Con el fin de convertirse en un miembro de la raza humana en el sentido más amplio.
Hay algo sencillo y práctico que podemos ver de este acontecimiento tan glorioso y es que Cristo nos muestra cómo viviría Dios esta vida que vivimos nosotros, por tanto, miremos el ejemplo de Jesucristo, que vivió amando y dando el extraordinario amor de Dios.