
SANTO DOMINGO.-Forjar y ver crecer un negocio, desde que se visualiza a través de un sueño o se decreta bajo juramento, tiene muchos pros y contras, antes y después de posicionarlo y peor aun si este se convierte en un referente o legado.
Con la intención de echar hacia delante una familia y ofrecer flores y follajes de la más alta calidad, Julio Sepúlveda, un ingeniero agrónomo de Constanza, acarició este sueño, y después de más de 40 años, dos de sus cuatro hijos rememoran todo lo que han logrado, pero coinciden en que “el negocio de las flores es muy lindo por fuera, y aunque les ha dado demasiado, realmente conlleva un trabajo muy arduo y difícil”.
El inicio
Para contar la historia que hay detrás del éxito del Jardín Constanza, que nació en un pequeño espacio del valle encantado, Reynol y Belmont Sepúlveda, explican a EL DÍA que este negocio es símbolo de la entrega, tenacidad y visión de una familia unida, y que para ello hay que tener un foco muy claro de lo que se quiere lograr y la respuesta se puede resumir en sacrificio y utilidad.

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Erika Rodríguez
Periodista, ganadora del Premio Nacional de Periodismo Turístico Epifanio Lantigua en la categoría Gastronomía y Turismo.