David Alvarez
El Estado es una invención del ser humano para ordenar la producción, garantizar la propiedad de los dueños de bienes de producción y monopolizar el uso de la violencia en el seno de la sociedad.
Su surgimiento fue una necesidad frente a los excedentes de la agricultura y la ganadería, la propiedad del suelo y la conformación de sociedades más numerosas que las tribales.
La religión como legitimadora del poder y la sacralidad del gobernante son sus notas distintivas desde su origen hasta el surgimiento del Estado Moderno.
Es con el surgimiento de la burguesía como clase gobernante que se articula la secularidad del Estado y la función de gobierno como actividad legitimada democráticamente.
Fueron los filósofos modernos quienes predicaron la necesidad de un contrato social para refundar el Estado, me refiero a un Spinoza, Hobbes, Locke, Hume y Rousseau, entre otros.
Tres primeros casos de contratos sociales marcaron la historia de Occidente: la revolución americana, la francesa y la haitiana.
A partir de ahí todas las independencias latinoamericanas y las grandes revoluciones europeas, hasta la rusa de inicios del siglo XX, desplazaron los regímenes monárquicos y constituyeron Estados ajenos a la legitimación religiosa.
Con diversas modalidades, todas estas revoluciones apelaron a la soberanía popular como criterio de legitimidad del poder del Estados y por supuesto sus realizaciones no siempre fueron fieles a los principios que las motivaron. El desarrollo del sistema capitalista en gran medida marcó las posibilidades políticas de que la burguesía y sus valores fueran la clase gobernante.
