Desmitificar y desmontar mitos no es un asunto fácil. Estar en la acera del frente y nadar contracorriente requiere de un gran compromiso intelectual, apegado a la verdad y a los hechos irrefutables.
La economía neoclásica ha limitado el papel del Estado a la intervención macroeconómica para solucionar fallos del mercado o para financiar grandes proyectos de infraestructura que no son rentables para el sector privado.
Se ha vendido la idea de que el Estado es distorsionante en la economía, que no puede tomar decisiones acertadas y que por sus características burocráticas y clientelar es incapaz de asumir riesgo emprendedor. Actualmente, en el país, estamos montados en la ola del “emprendimiento”. Algunos hablan de “emprendimientos empresariales”, otros de “emprendimientos sociales”.
Porque no hablar también del “Estado emprendedor”. De un Estado, al estilo Schumpeter, que asuma riesgos y cree mercados. De un Estado que cree instituciones o agencias públicas que financien inversiones riesgosas.
Por ejemplo, detrás del internet y de la aparición de importantes iconos empresariales globales como “Google” y “Apple” está el financiamiento del Estado.
La infraestructura para la revolución de las Tecnologías de la Información y Comunicaciones (TIC) que sentó las bases del Internet recibió financiamiento generoso del Estado desde sus inicios hasta su consolidación.
La literatura económica neoclásica reduce la intervención del Estado a los fallos del mercado. Dado estos fallos (contaminación ambiental, alto riesgos de inversiones determinadas, entre otros), los ejemplos del papel previsto para el Estado incluyen a saber: la investigación básica financiada con fondos estatales, los impuestos a las empresas que contaminan y el financiamiento estatal a grandes proyectos de infraestructura. Sin embargo, el “animal spirits estatal” debe ir más allá de estas acciones de políticas públicas.
El Estado emprendedor debe ser una “Estado visionario” cuyas inversiones estén orientadas a situaciones futuras, que luego generen encadenamientos y emprendimientos empresariales y sociales que se encadenen con el resto del tejido empresarial.
De hecho, el surgimiento de la industria de la nanotecnología se debió gracias a la “visión estratégica” del gobierno en sectores que el sector privado ni siquiera había previsto.
Hay muchos ejemplos donde el Estado ha desencadenado su fuerza emprendedora como también hay contraejemplos.
Sin embargo, los buenos ejemplos pueden servir para que el “Estado dominicano” se vea a sí mismo y no se limite a una simple intervención macroeconómica para corregir fallos de mercados.