La mayor parte del tiempo de existencia del género humano, unos 250 mil años aproximadamente, vivimos en manadas de no más de dos decenas de miembros y emparentados entre sí.
Esas bandas de humanos exploraron gran parte del norte y centro del Este del continente africano, y hace menos de 100 mil años comenzamos a colonizar todo el planeta. Cuando hace 10 mil años descubrimos como domesticar plantas y animales, iniciamos la vida sedentaria, la formación de aldeas con miembros de diversas familias.
El aumento de la población y el excedente de producción generó la existencia de mecanismo de poder centralizado en base a la violencia, la propiedad, la superstición y el hambre.
Ese es el origen del Estado. Desde un mando central, el grupo formado por los dueños de tierras y hombres, establecieron territorios definidos bajo su control, se dieron un nombre, articularon una lengua y unas creencias propias, y en algún momento comenzaron a establecer normas que podían ser cambiadas según sus conveniencias.
La especie humana ha tenido que pagar un alto precio en sangre y miseria por el sometimiento a los Estados absolutistas y los pequeños grupos que se benefician de los mismos.
Sugiero leer del Primer libro de Samuel, en el capítulo 8, de los versículos 10 al 22.
¡Un realismo brutal!
Luego de las revoluciones burguesas del siglo XVII el Estado incluyó, además del control efectivo del territorio y la población, el reconocimiento de los derechos humanos y la legitimidad del poder mediante la voluntad popular.
Una gran diferencia.