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El escribidor

Los historiadores han recogido de nuestro pasado la fascinación de los intelectuales con las peculiaridades del pueblo dominicano. Los de estos tiempos igual nos legan su fascinación, pero centrados en los políticos profesionales.opinion 27

Los líderes tienen una cuota importante de la responsabilidad sobre el destino de una nación. Pero cuando se piensa en un líder, la primera representación es la del jefe político, un candidato con arraigo en las masas y raras veces la de un organizador.

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Es una distorsión, no necesariamente propia del pueblo dominicano, pero nos toca. Un jefe también puede ser considerado un líder, pero desde su propio poderío; por esta causa, cuando este poder flaquea se derrumba la estructura.

Las familias tradicionales debieran ejercer liderazgos positivos en el desenvolvimiento del destino de un pueblo; no solo deben estar allí para extender sus fortunas en el tiempo e ir traspasando el poder familiar de una generación a la otra.

Los pueblos también tienen líderes entre profesionales, intelectuales, deportistas destacados y héroes circunstanciales, pero estos suelen andar asociados a uno de los dos grupos detentadores del poder: los del dinero vía los negocios y los del ámbito político, estos últimos hoy día también cargados de dinero.

Los vicios y las debilidades de la sociedad dominicana son, en gran medida, vicios y debilidades de sus líderes. ¿Por qué? Porque con propósito o sin él, políticos profesionales, empresarios, intelectuales y profesionales destacados se han empeñado, los primeros, en dominar a este pueblo para plantar en sus espaldas los pies y escalar; los segundos, como la flor de loto, se nutren del fango y, sin embargo, esperan que los celebren desde la orilla del pantano; los terceros caricaturizan la fuente de su naturaleza y los últimos se han empeñado en medrar sobre sus debilidades.

La bendición de un pueblo, no importa su condición ni su origen, sería contar con líderes capaces de advertir las debilidades, no para aprovecharse, no para lucirse, sino para trazar estrategias que permitan superarlas.

La pobreza del pueblo dominicano, en algunos casos antigua, extendida y profunda, pasa por la mala calidad de sus dirigentes, muchos de ellos aquejados de lo peor de la pobreza: la del espíritu.

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