El escribidor
El periódico “Hoy” rememora en un suelto publicado esta semana la muerte de Juan Rulfo, uno de los escritores de moda de los días de estudiantes universitarios de los muchachos ahora gente mayor de mi generación.
La lectura de la obra de Rulfo solía deleitarme. Todavía me acerco, a veces con fascinación, a las páginas de “El llano en llamas” y a la prosa reseca en “Pedro Páramo”, las obras cumbres de su corta producción, y siempre me envuelvo como quien no lo hubiera leído.
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Con el recorte de lo publicado por el periódico “Hoy” en las manos me acerqué a un muchacho de estos tiempos -unos 22 años tendrá- y le pregunté si conocía algo del autor. No había oído hablar de Rulfo, pero en un minuto tenía a mano bastantes datos sobre el mejicano.
Un abogado amigo a quien también pregunté si lo conocía sacó de su cabeza referencias sobre la revolución mejicana, me habló de la raquítica producción del escritor, del premio Príncipe de Asturias, de “El gallo de oro”, de su afición por la cinematografía y por el alcohol y de las reales o supuestas dificultades a vencer por quienes leen por primera vez en “Pedro Páramo”.
Alguna de la gente de mi tiempo sentía auténtico orgullo en mostrar sus libros y en hacer demostraciones de sus lecturas. Al grueso de las generaciones de la era digital la cultura general los tiene sin cuidado, responden sin sonrojo con un “no” cuando se les pregunta si leen libros y recurren con destreza a la tecnología de bolsillo cuando tienen la necesidad de dar un dato o simplemente de indagar si se han perdido de algo.
El ejercicio realizado en busca del impacto de Rulfo en mi entorno me llevó a preguntarme por la importancia de la literatura en estos días. Mi respuesta es provisional, pero de todos modos la comparto: la de la era digital está por hacerse entre nosotros y cuando surja acaso sea como las hormonas puestas por las glándulas en el torrente sanguíneo: breve, excitante y descarnada.
Así será si ha de ser leída por quienes viven la negación de la cultura general como la conoció gente de mi tiempo.
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