A quienes hemos crecido a partir de la década de los 80, nos ha tocado vivir las fuertes embestidas del neoliberalismo, última de las etapas evolutivas del capitalismo, sistema que tiene como característica principal la agudización de las relaciones de explotación de una clase sobre la otra, parafraseando a Marx: “opresores y oprimidos”.
Pero más allá de los discursos esperanzadores, maquillados con la sobredosis de positivismo que impregnan las alocuciones oficialistas, la realidad es que la población joven sigue siendo la gran excluida en la sociedad actual, sus problemáticas son tan diversas como las injusticias que laceran nuestras naciones a lo largo y ancho de todo el continente.
Bajo las estelas de este régimen de explotación, se tejen una serie de necesidades falsas que nos convidan al consumismo; bajo esa lógica, para la mayoría es más importante tener un iPhone que estar comunicado, usar Nike mejor a estar calzados y llevar un Rolex mejor que estar a tiempo. Situación que pone de relieve el imperio de las marcas.
En ese mundo consumista, con el uso desmedido de la publicidad y el marketing nos hacen creer que aparentar es más importante que ser. Es así como el individualismo se fortalece cada día; hacer que busquemos soluciones particulares a problemas colectivos es parte del éxito del modelo neoliberal de Reagan y Thatcher, precursores de este sistema de esclavitud moderna.
Para imponer su modelo, sus artífices han diseñado una serie de paradigmas que con frecuencia suelen estar representados por las estrellas de los nuevos géneros musicales, actores, presentadores de televisión o deportistas. Estos, además de ser quienes imponen las tendencias en la moda, son promotores de una rápida movilidad económica, no social, y de un discurso donde el “emprendedurismo positivista’’ ocupa el primer plano. Para los promotores de esta corriente, el Estado como administrador de las riquezas de una nación, no es responsable de los males que afectan a sus ciudadanos, los responsables son los ciudadanos que no se han propuesto alcanzar la superación personal.
Estos líderes, con escasos niveles de escolaridad pero rebosantes en un aura positivista, nos invitan a olvidarnos de los problemas, total: “La vida se hizo pa’ goza y ma’ na’ y eso es lo que uno se lleva’’. No es un hecho aislado, el bombardeo es tan fuerte que este tipo de frases ocupa hasta las portadas de los cuadernos.
La literatura simplista también es usada como aliciente. No por casualidad los textos de superación personal o “literatura de autoayuda” son los más vendidos. Desde una óptica superficial se nos invita a perseguir la superación personal pero no la colectiva. La idea, hacernos pensar que encontraremos la fórmula de la superación en un recetario de esos que llevan la firma de Coelho o Cuauhtémoc Sánchez.
Con un panorama tan sombrío se hace necesario retomar la lucha por un sistema político- social distinto, propiciar la movilización ciudadana (desde espacios que pongan por encima la lucha social a las siglas y banderas partidarias) encaminada a lograr conquistas reales, no migajas de esas a las que tienen acostumbrados al Macondo de Las Antillas.