Lo más parecido a la justicia dominicana, es una telaraña.
Cuando el arácnido se dispone a coser su obra de arte lo hace consciente de que su trampa será tan poderosa que podrá atrapar a determinados infortunados que se convertirán en su cena, pero es lúcido al comprender, que ni tan compleja estructura podrá aprisionar a un animal cuyos pasos emitan vibraciones capaces de destruir su debilitado sistema de barrotes de espirales.
Es lo mismo que ocurre en nuestro país, todas las Altas Cortes con las excepciones que siempre existen, están diseñadas para sancionar al débil y dejar libres, y sin sospecha alguna, al poderoso.
Lo que está ocurriendo actualmente en Guatemala con la problemática aduanera, es digno de estudio, ver a una vicepresidenta renunciar de su cargo y posteriormente hacer lo mismo el presidente, lleva a reflexionar sobre ello. Del porque en Guatemala sí se puede investigar a funcionarios de primer orden y por qué en República Dominicana, las figuras de preeminencia tienen un carácter implícito que declara la divinidad de sus funciones, convirtiéndolos en seres intangibles.
Simplemente tenemos una estructura judicial llena de huecos por donde puede salir airoso el adinerado o aquellos que manejan los hilos del poder como si se tratase de un juego de ajedrez. El mensaje que lamentablemente envía la justicia a la sociedad dominicana es que se debe de robar mucho para no quedar atrapado en la telaraña.
Este efecto de telaraña en la justicia de nuestro país, que es sinónimo de impunidad, hipocresía, abuso de poder e injusticia, hace metátesis en las Fuerzas Armadas, en la Policía y en varias instituciones públicas, y sé, que llegará el momento del despertar de este pueblo.
Aunque pensándolo bien, ese día tardará un poco más, ya que en esta nación la oposición está sumergida en su propio ego convirtiéndola en una facilitadora para que el arácnido estatal siga hilando.