El efecto del afecto

El efecto del afecto

El efecto del afecto

Ana Blanco

Lo digo siempre. Agradezco profundamente haber llegado a esta isla de mis amores. Una de las cosas que aprendí rápidamente fue a expresar mis sentimientos de manera más física. Así como suena.

Aún recuerdo cómo me chocaba llegar a un sitio y que me saludaran con un abrazo y un beso, cuando me habían visto el día anterior, o que al conversar conmigo entraran en mi espacio personal.

Lo que al principio me incomodaba en cierta forma se convirtió en un aprendizaje de vida y me di cuenta que expresar tus sentimientos hacia alguien de manera afectuosa es algo positivo, siempre. Hoy echo de menos tanto eso.

Te encuentras con una persona y no puedes abrazarle, darle un beso, que sienta la alegría que tienes de verle, lo que significa para ti en un simple acto como dar la mano. Alguien muy querido por mí me decía que extraña mucho el efecto del afecto y me di cuenta que es otra de las cosas que dábamos por sentado y que ha cambiado… demasiado.

Me hace falta, mucha falta, compartir con personas más allá de una pantalla. Volver a sentir la calidez de una conversación cercana, algo tan sencillo como ir caminando de la mano, la plenitud de un abrazo que dura una eternidad o los besos que te dicen sin palabras: te aprecio tanto.

Por eso ahora valoro mucho más aquello que antes ni siquiera veía como prioritario.

Seguiré cuidándome, adaptándome a este mundo de pandemia, pero desde luego, buscaré lo más que pueda expresar mis sentimientos y, respetando la decisión de otros, trataré de mostrar a quienes amo que son importantes, que cuentan conmigo, que este camino lo hacemos juntos y buscaré mil formas de lograr despertar en ellos ese efecto del afecto.



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