Siempre dije, desde muy joven, que tener una guitarra en la casa, o ser el dueño de una cámara fotográfica nos hacía muy populares entre los compañeros de la escuela, claro, con el paso del tiempo y la penetración de la tecnología en nuestras vidas, cualquiera tiene una cámara digital en su teléfono móvil y sus fotos pueden ser vistas de inmediato.
Con la guitarra, la situación es un poco más compleja. No cabe en un bolsillo y tiene que llevarse de manera visible, como un pedazo de reputación, dondequiera que vayamos con ella. No es fácil que pase desapercibida en una reunión social, especialmente entre gente conocida. Es más, es muy difícil que si estás acompañado por ella, alguien no te pida una canción, inicialmente…”por favor toca cualquiera”. Los aprietos vienen cuando no te sabes la pieza que te piden.
En el mundo empresarial no es tan diferente. Si cargas una guitarra, eres “el guitarrista”, si eres designado Director de Recursos Humanos, eres la persona que todos esperan que resuelva todo lo relativo al personal, sin dudas, sin titubeos. No hay la posibilidad de “tocar una pieza que no es” por mucho que se le parezca.
Si eres Director Financiero es a quien se le preguntará por las utilidades, por un plan de inversiones, si eres el responsable de la seguridad de la edificación, todos esperan que ningún evento nos sorprenda. Se crea una expectativa y cada vez es mayor. Nos comportamos como clientes de todo cuanto no controlamos, de todo lo que está en manos de otros, y exigimos que tenga la calidad que merecemos.
Somos clientes diferentes a los de hace diez años. Dejamos de ser los desconocedores que siempre fuimos. Creemos que podemos tener el control. Sabemos que si ostentas una posición en la organización no hay un “después” para resolver lo que debe ser resuelto de inmediato. Aprendimos a no tener la paciencia para esperar que te aprendas una canción.
Si eres Sacerdote o Consejero o Pastor, la gente esperará no sólo que estés vestido como tal, sino que tu comportamiento esté a la altura de la investidura que tienes, pero no sólo cuando te ven, sino en todo momento.
Estamos ante un nuevo modelo de expectativas.
Todos creen que si la tienes, eres el dueño de la guitarra y que con ella, sin que te lo pidan, puedas hacer lo que se espera de ti. No hay tiempo para esperar.
*El autor es Consultor de Servicios y Administración Pública.