Su nombre es Rafael Emilio Bello Díaz, es médico y oriundo de Peravia. Su vida trascurre entre la docencia universitaria y reuniones sobre el estado del arte de las neurociencias, tecnología para la que se ha preparado.
Fueron sus estímulos del saber médico, el presbítero Rafael Bello Peguero y el doctor Milton Bello.
Graduado en 1976, en la madre nutricia de la UASD, emigró a Buenos Aires, donde desarrolló su interés por las áreas de Emergenciología, Geriatría, Medicina crítica, Diabetología y Nutrición, y finalmente Neurociencias, haciendo esta última su principal línea de investigación.
Largo ha sido su paso por la educación superior; en más de una modalidad: servidor del Estado, viceministro de Educación Superior, director técnico del antiguo Cones, investigador del Inden, ahora es director del Campo virtual y de la educación a distancia en la UCSD, miembro del Conabios, este último un órgano del Ministerio de Salud Pública.
He tenido la dicha de leer sus trabajos, algunos presentados en congresos y jornadas científicas nacionales e internacionales. En 2018, publicó “Neurociencias y aprendizaje”, en coautoría con su hija Karen Bello Llinás.
El 26 de noviembre lo acompañé en la Primera Jornada de Neurociencias de la UNPHU, gracias a la invitación de los doctores José Guillén, coordinador del evento y la doctora Daisy Acosta, directora del Banco Nacional de Cerebros, donde el doctor de las neurociencias presentó nueva hipótesis del cerebro violento relacionados a los casos de feminicidios seguido de suicidios.
Después de tres años de estudio, cerrada la hipótesis basado en sus estudios neurocientíficos, vino a presentárnosla y explicar las causas del problema.
El cerebro es el territorio de los feminicidios, los que definió como un ‘continuun’ de la violencia conyugal, seguido de agresiones verbales y físicas, manifestaciones de abusos, en los cuales se observa un gran estrés emocional.
Empezando por decir, que es en los lóbulos frontales (llamados antes lóbulos inútiles) donde tiene lugar la disfunción ejecutiva, que hace que un individuo tome una decisión irracional.
Las funciones ejecutivas, junto a las emociones y a la conducta impulsiva, son las que tienen como desenlace la violencia feminicida. Las funciones ejecutivas capacitan al cerebro para la toma de decisiones de manera racional, mediante un conjunto de procesos que son, en realidad, todas nuestras conductas, con sentido y con significado.
Gracias a las funciones ejecutivas el cerebro tiene características positivas, como la regulación de impulsos, control de atención, la inhibición de conducta, flexibilidad cognitiva, con las que nos adaptamos de forma alternativa.
Estas circunstancias ejecutivas también pueden ir en sentido contrario. El componente fundamental que gatilla el problema con el homicidio es la ira disparada en la amígdala cerebral, situada en el sistema límbico, y producto de ello se pierde momentáneamente la razón.
Desde las estructuras sub-corticales, en el fascículo uncinado, donde se produce el cortocicuito que alimenta esa agresividad, se pierde el control de las funciones ejecutivas, de la región prefrontal, y la decisión de matar.
Por sus muchos aportes merece un lugar en la Academia de Ciencias de la República Dominicana.