El “Estado de derecho” tiene como base fundamental la ley madre que lo rige, en nuestro caso, la Constitución de la República Dominicana, a lo cual podríamos decir, sin ningún temor a equivocarnos, que vivimos en un Estado de derecho frágil, ya que, partiendo de la manera chabacana en que nuestra Carta Magna ha sido reformada se ha ido perdiendo el temor a ser sancionado por el incumplimiento de las leyes.
¿Cómo usted siendo una autoridad competente en el ordenamiento vehicular, puede pedirle a un “motoconchista” que cumpla con las leyes de tránsito, o con algo tan simple como colocarse el casco protector, cuando ni siquiera los altos funcionarios respetan las normas?.
Son los líderes los que han prostituido la solemnidad de las leyes dominicanas.
Convertir un documento como la Constitución en un simple “pedazo de papel” trae consigo el desmoronamiento de todo lo referente al Estado. Ejemplo de elloes nuestro Poder Judicial en cuyos hombros descansa la justicia, que es administrada por la Suprema Corte de Justicia y los demás tribunales.
Lo que ha pasado en nuestra justicia, no es más que el reflejo de la falta de respeto, extrapolado a unos cuantos jueces mal sanos. Si somos capaces de remendar un texto tan sagrado como la Constitución para darle gozo a un grupo… ¿Qué no podrían hacer jueces desviados al momento de dar un fallo?.
A Francisco de Quevedo, escritor español, se le atribuye la siguiente frase:
“Donde hay poca justicia es un peligro tener razón”.
Hemos dicho que nuestro “Estado de derecho” tiene sus cimientos en la Constitución. En tal sentido, como abogado, qué me garantiza a mí al momento de colocarme la toga y el birrete para defender una causa, el juez o jueza que conoce de dicha acción en justicia al momento de fallar o dictar sentencia lo hará con el criterio Constitucional que agrupa los derechos fundamentales de la persona, o qué garantía puede tener un ciudadano que se ve envuelto en una litis con algún miembro poderoso de esta sociedad donde vemos que el dinero y el poder político se imponen.
Es verdad, los jueces son elegidos como fichas de ajedrez, por todos los gobiernos, salvo excepciones de jueces de carrera.
Y cierto, “donde hay poca justicia es un peligro tener razón” así que mi amigo lector cuídese de ir a los tribunales, porque corre el riesgo de que aunque tenga elementos probatorios más que suficientes y amparados con la legalidad que nuestras normas imponen, el juez se destape con una sentencia cantinflesca motivada por el “Dios y juez Mercurio”.
Es una pena hablar sobre este tema cuando hay jueces y juezas que tienen décadas administrando justicia, apegados a los principios, honestos cuyos rostros cargan con la vergüenza ajena, pero la verdad es que somos una sociedad que se merece otro rumbo.
Luchemos para que verdaderamente la independencia judicial exista, para que en algunos casos no sea el Dios y juez Mercurio que motive las sentencias.