Era una tranquila y soleada tarde de un sábado de finales de los años 80. Dormía plácidamente. Recuperaba energía después de una dura y agotadora jornada en el reporterismo. Laboraba entonces en el noticiario de un emblemático medio radiofónico, uno de los más populares, o el que más, de aquella época: Radio Mil.
De pronto escuché gritos estremecedores que me hicieron saltar de la cama. Pensé en lo peor. Por mi mente asomó raudo un pensamiento trágico. Cavilé en fracción de segundos, pensé que algo fatídico había pasado a mi familia. A mi mente amodorrada por el sueño llegó el conmovedor pensamiento de que había ocurrido algo a mi esposa o a algunos de mis hijos, o a algún vecino, y que por esa causa se escuchaban estos gritos conmovedores.
Me tiré de la cama y caminé presuroso hacia la sala donde vi a mi compañera, compungida, que entre sollozos se aproximaba al balcón del tercer nivel del edificio de apartamento. Descarté que le hubiera pasado algo a ella. Pero, ¿y mis hijos? No titubeé. Grité fuerte ¿qué pasó, qué pasó; qué está pasando? Ella, visiblemente afectada, me respondió: -Es “Arafat”, mataron a “Arafat”. Fue una respuesta punzante, lacerante. La noticia –dicha así de sopetón-me conmovió.
Mi consorte y todo el mundo sabían que yo era un seguidor acérrimo del líder palestino Yasser Arafat que vivía hablando de sus sacrificios, de su lucha por la liberación de su país. Era como si éste nadara contra la corriente, pero seguía ahí firme, dirigiendo su pueblo, esperanzado de que un día Dios daría un hálito de esperanza a su nación y le premiaría con la Patria anhelada.
-¡Comenzó la guerra mundial, es el fin del mundo, diaaaablo se armó la guerra mundial…! “No puede ser, no puede ser…”, exclamaba.
Luz Virginia, mi esposa, da la vuelta con cara de asombro y me mira con ojos de incredulidad. –“Pero que tú dices, te está volviendo loco…fue a “Arafat” que mataron”. -¿Y quién tú crees que fue?
Todavía confundido atino a decir a mi esposa que sí, que si fue “Arafat” que mataron comenzaría de inmediato la guerra.
Ella, también sorprendida con mi actitud, me pregunta de nuevo a qué Arafat me refiero. Entonces, un poco calmado, comienzo a explicar la magnitud y la incidencia global del personaje.
-“Yasser Arafat es líder de reconocida trascendencia mundial que lucha por la construcción de un Estado independiente en Palestina. Eso le ha llevado a enfrentamientos con los judíos aposentados en Israel que reclamaban esos territorios árabes como la tierra prometida”, repliqué.
Mis hijos me miraban incrédulos. Me preguntaban: ¿Qué tiene eso que ver con nosotros? ¿Por qué tiene que haber una guerra mundial?
Entonces me vi forzado a detallar. –“Ese Yasser Arafat nació el 24 de agosto del año 1929 en El Cairo, Egipto, como Mohammed Abdel Rahman Abdel Raouf Arafat al-Qudwa al-Husseini. Se hizo ingeniero y durante años abrazó la causa del pueblo palestino, fue líder de la Organización para la Liberación Palestina y se desempeñó como como Presidente de la Autoridad Palestina”.
-“Su muerte va a conmover al mundo”, proseguí. Sus seguidores no se quedarán de brazos cruzados y se creará una situación que desencadenará en la guerra mundial”.
Mi esposa me miró nuevamente, pero esta vez con cara de pena, y me espetó:
“Que guerra mundial ni qué guerra mundial, de dónde tú sacas eso”.
Iba a acotar otros señalamientos sobre Yasser Arafat y me paró de nuevo:
-“Tú no ves que fue a “Arafat” el perrito de Felipe que lo mató un carro ahí en el parqueo”.
Hubo un extenuante silencio, todos me miraban con desconsuelo. Y como perrito faldero, recogí mi rabito y volví a la cama a continuar con mi descanso sabatino.
*El autor es periodista