La situación política era tensa en todo el país. Las pasiones estaban desbordadas y la lucha por el poder era encarnizada e incluso la guardia estaba en las calles enarbolando sin tapujos su preferencia partidaria. La incertidumbre arropaba a toda la nación y los frentes políticos libraban una tenaz lucha, unos por retener el poder a “como dé lugar”, y otros sectores, partidos y frentes de masas de oposición afanaban por asumir las riendas de las cosas públicas.
En los periódicos y los noticiarios de radio y televisión se reportaban constantemente, no solo las actividades típicas del proselitismo político sino también, la intensa práctica represiva que ejercían los aparatos de seguridad del Estado contra opositores.
Incluso los presidentes de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, de Venezuela, y Jimmy Carter, de Estados Unidos, se pronunciaron advirtiendo sobre la crítica situación por la que atravesaba el país.
Eran las elecciones de 1978 y el presidente Joaquín Balaguer intentaba retener el poder una nueva vez. Tenía a su favor toda la estructura del gobierno, a los más encumbrados empresarios de la época y todo el poder militar y policial a través de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional.
Pertrechado en la alianza cuasi natural que unificaba al fuero político del Partido Reformista, a empresarios y a la jerarquía militar en el proceso electoral de 1974, Balaguer salió triunfante de esta contienda, mientras la oposición miraba temerosa desde la grada. La izquierda casi desmantelada había comenzado a perder, víctimas de la persecución y la represión, a sus principales cuadros políticos-militares.
Pero esta vez –en 1978- el panorama político dio un giro que no era esperado por el gobierno. El PRD había decidido participar “contra vientos y mareas” en las elecciones de 1978. Tenía la dirección estratégica y la orientación de un gran conductor de masas, el doctor José Francisco Peña Gómez y su candidato presidencial Antonio Guzmán Fernández había impactado en una amplia capa de la población que mostraba estar decidida a cambiar de rumbo. El candidato Guzmán demostró, primero que no tenía miedo, no se arredró ante los obstáculos que le ponía el poder, y segundo, se mostró convencido de que debía tomar la dirección del gobierno para reorientarlo hacia una práctica política socialdemócrata, contrapuesta al reformismo socialcristiano gobernante.
Era la época en que los guardias atemorizaban a la población cuando salían a las calles con un “paño rojo”, símbolo del Partido Reformista, en las puntas de sus fusiles.
Me desempeñaba como reportero en Radio Televisión Dominicana (ahora CERTV) mientras estudiaba la carrera de periodismo en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD) y me tocó cubrir algunas de esas incidencias políticas. En la emisora estatal se respiraba un discreto control político y de los militares en departamentos claves. El director de Prensa, el poeta Rubén Darío Vallejo, y varios de los locutores y personal administrativo, por ejemplo, pertenecían a organismos castrenses.
La incidencia de los altos jefes militares era tal que en una ocasión el periodista Rachid Záiter obvió mencionar el nombre del general Neit Rafael Nivar Seijas en una crónica del noticiario de televisión. El enfado de este jerarca fue tan grande que amenazó, en tono airado, bombardear al edificio si no se emitía una edición del noticiario con la corrección de lugar.
Záiter había preparado una crónica sobre el acto de inauguración de una obra que había presidido el presidente Joaquín Balaguer y en uno de los párrafos el redactor mencionó a los secretarios de Estado y los jefes militares Salvador Lluberes Montás, de la Fuerza Aérea; Francisco Rivera Caminero, de la Marina, Enrique Pérez y Pérez, del Ejército Nacional y el contralmirante Ramón Emilio Jiménez, secretario de las Fuerzas Armadas, pero no citó a Nivar Seijas.
Era conocida “vox populi” la rebatiña o más bien “la lucha por el control del poder militar” que existía entre estos jefes castrenses y policiales. Se decía que esas contradicciones eran propiciadas por el propio Balaguer para evitar que se pusieran de acuerdo para dar un golpe de Estado a su gobierno. Cosas de la política dominicana.
Y como el párrafo se había alargado bastante y no compaginaba con las imágenes de televisión como se hacía antes, el periodista Rachid soslayó el nombre de Nivar Seijas y redactó: “…los generales Pérez y Pérez, entre otros altos jefes militares”. Para la época en el canal oficial había que escribir los nombres completos y los respectivos cargos de estos jerarcas so pena del redactor confrontar problemas. Tenía que hacerlo aunque el párrafo resulte muy largo, estuviera incluso fuera de las normas de redacción periodística.
Rachid no pensó en eso o quiso arriesgarse, adhiriéndose estrictamente a la redacción profesional.
Pero vaya usted a ver. No bien había terminado el noticiario y sonó una inusual llamada a la redacción del Departamento de Prensa:
-“Soy el general Nivar Seijas, ¿quién es el responsable de ese noticiario?
Le dijimos que era el director de Prensa, Rubén Darío Vallejo, pero Nivar Seijas, entonces jefe de la Policía Nacional, no esperó explicaciones y tras decir algunas expresiones fuertes por la vía telefónica, amenazó con bombardear la edificación, cortando abruptamente la llamada.
Insistía en sus alegatos telefónicos que en esa noticia se mencionaba a los otros jefes militares y no lo citaban a él, lo que atribuía según su parecer, a que él sabía que tenía allí muchos enemigos, lo que no parecía ser cierto, ya que él tenía a conocidos informantes que se identificaban incluso con unos carnets que proveían sus seguidores en el canal oficial.
La llamada de Nivar Seijas creó un ambiente tenso en la redacción. Minutos después hubo otra llamada, era del director general de la televisora estatal, don Ramón Font Bernal. Preguntó por Vallejo y dijo que lo localizáramos para que arregle esa nota.
-Corrijan esa noticia, yo no quiero problemas, evítenme inconvenientes con ese hombre, hagan lo que haya que hacer…
Se dispuso entonces cambiar de horario una telenovela de Adris Productions del empresario Adriano Rodríguez que se pasaba a las ocho de la noche –y que se presumía era un espacio intocable- para difundir el noticiario, pero esta vez con la noticia mencionando a Nivar Seijas. Y se hizo la paz.
El comunicado
Pasó el tiempo y el departamento pasó a dirigirlo Miguel Angel Reinoso Solís, un veterano periodista y extraordinario ser humano de La Vega. Nos tocó ese día con Reinoso Solís como jefe, cubrir el turno el día de las elecciones en el departamento de Prensa de la televisora estatal.
Comenzaron las votaciones de ese 16 de mayo de 1978. La Junta Central Electoral (JCE) había aprobado una resolución que creaba los colegios cerrados de votación, o sea, que si el ciudadano estaba inscrito en un circuito no podía votar en otro o en otra población.
La Junta había emitido también la resolución que le otorgaba el control de las emisiones de todo tipo por todas las emisoras y plantas televisoras, las cuales pasaron al servicio absoluto del organismo, con serias advertencias sancionatorias para quienes violenten dicha disposición.
El director de Prensa de la radiotelevisora estatal, Reinoso Solís, había dispuesto que me quedara con él haciendo un turno especial en el departamento y aunque no íbamos a producir noticias, porque teníamos la prohibición de la Junta, debíamos estar allí para cualquier eventualidad.
Para mí, aunque implicaba trabajo, era de enorme satisfacción quedarme a laborar con este colega, de quien aprendí tanto. Comenzaba entonces este oficio y absorbía conocimientos laborando con jefes como Reinoso Solís y mi compadre Octavio Mata Vargas, este último laureado en el Listín Diario, quienes eran ambos mis jefes en RTVD y estaban adornados de grandes virtudes personales, experiencias en los medios y de enormes sentidos éticos del ejercicio profesional.
Pasadas las diez de la mañana, en plenas votaciones a nivel nacional y en medio de una tensa atmósfera electoral, se presentó a la redacción del departamento de Prensa un oficial militar que nos llevó un “comunicado de la Junta Central Electoral” donde se llamaba a la población a votar en cualquier lugar o en cualquier mesa electoral, sin importar donde el ciudadano estuviera inscripto. Nos dio la orden de que el comunicado se divulgara cada cinco minutos en las emisiones de la radio y la televisión estatal.
La medida era contraria a la disposición que establecía votar por circuito.
-¿Quién es el responsable aquí?-expresó el militar cuando abrió casi intempestivamente la puerta.
–Soy el encargado del departamento Señor, a sus órdenes, ¿en qué podemos servirle?, respondió el periodista Miguel Angel Reinoso Solís.
-Este comunicado de la Junta se le envía desde el Palacio Nacional para que se divulgue de inmediato, –dijo el alto militar.
Reinoso Solís titubeó un poco antes de explicar al oficial que no podía autorizar esa difusión porque se lo impedía una medida de la propia Junta. El militar insistió diciendo que se trataba de una medida del Palacio Nacional y que había que ejecutarla.
El periodista entonces manifestó al oficial militar que llamaría al director de RTVD, don Font Bernard, para que la autorizara, pero éste al ser consultado, le dijo que no autorice nada porque si lo hacía caería preso.
-“Eso no se puede, no autorice nada, puedes caer preso”, le advertía Font Bernard a Reinoso Solís. –“Déjame confirmar con Palacio sobre este comunicado, pero eso no se puede, no cometa ese error”, insistió.
Reinoso Solís informó al oficial que debía esperar a que Font Bernard nos diera la autorización. Minutos después este llamó, tras consultar en el Palacio Nacional, para que dijéramos al militar donde estaban las cabinas de la emisora y la televisora, pero que no autoricemos nada.
-“No autoricen nada, dejen que sea él que lleve su comunicado, eso es un error político, yo se lo dije a la gente de Palacio que está en eso”, expresó Font Bernard a Reinoso Solís. Y agregó:“Enséñale donde están las cabinas y lárguense de ahí de una vez, van a caer presos todos”.
Nos dispusimos a recoger nuestras cosas para marcharnos. Reinoso Solís conversó después vía telefónica un par de veces con Font Bernard, quien insistía en que debíamos irnos. El comunicado fue leído y grabado por el locutor Vinicio Dotel, quien era militar y no pudo desoír la orden de su superior. Se difundía insistentemente.
Cuando nos marchábamos, se presentó a la televisora el secretario general del PRD, licenciado Hatuey Decamps, acompañado de un inspector de la Junta Central Electoral (JCE) y sin mediar ni siquiera un saludo, nos espetó:
-“Ustedes dos son los responsables del fraude”. Y apuntando directamente a Reinoso Solís le manifestó:
-“Tú te estás prestando para esta vagabundería Reinoso Solís”. Hatuey conocía al comunicador desde los tiempos de militancia perredeista de éste en La Vega y le enrostraba que supuestamente se prestara para difundir un comunicado que decía era un llamado a un fraude electoral.
Observé a Reinoso Solís visiblemente nervioso. Tal vez por mi inexperiencia no llegaba a entender la magnitud del problema en que nos habían metidos. Reinoso Solís trató de exponer a Hatuey y al inspector de la JCE que ese comunicado lo llevó allí un coronel que decía venía desde el Palacio Nacional, pero estos no aceptaron explicaciones.
Después decidieron a ir a las cabinas a retirar el comunicado que se difundía ya grabado cada cinco minutos. Antes Reinoso Solís llamó a Hatuey a su oficina y en privado entregó una copia del comunicado. No me di cuenta cuando sacó dicha copia, pero sí recuerdo que Font Bernard, con esa sapiencia que le era característica, le decía que se quedara con una copia del mismo porque esa podría ser su salvación.
Del coronel no supimos más. El PRD ganó las elecciones y Hatuey regresó a la televisora estatal como su director general, tomando entre sus primeras medidas, el cierre del departamento de prensa, llegando incluso a autorizar que su puerta sea tapiada con madera clavada en su exterior.
En un debate sobre el fraude en las elecciones que Hatuey Decamps sostuvo luego con Marino Vinicio Castillo éste sacó la copia del comunicado que le había entregado Reinoso Solís. No caímos presos, pero tanto Reinoso Solís como yo pasamos por un mal rato, tuvimos momentos difíciles cuando aquel 16 de mayo de 1978 el gobierno quiso dar “un golpe de Estado electoral” a través de la emisora estatal. En esa ocasión el PRSC impugnó las elecciones y acusó al PRD de dislocar la lista de votantes.
*El autor es periodista