Cuando el combativo y legendario líder de los obreros portuarios Barbarín Mojica regresó de la República Popular de China, a donde realizó una discreta visita invitado por la alta dirección del Partido Comunista del país asiático, se mostró altamente preocupado por los niveles de tensión existente en la frontera chino-soviética y ante una potencial conflagración que sería fatal para estas dos naciones del campo socialista.
Los niveles de hostilidades eran de tal magnitud, según relataba el dirigente del otrora poderoso sindicato POASI, que regresó de allí con el temor de que “una pequeña chispa no solo prendiera la pradera”, sino que desatara un pandemónium, un implacable “tú me tira y yo te tiro” que se llevaría de paso ciudades y territorios completos de esa zona del mundo.
-“La guerra no será entre Estados Unidos y Rusia, ni entre China y Norteamérica”, advirtió el líder sindical.
“La guerra será entre chinos y rusos”, explicaba con cierta preocupación. –“Y se van a matar todos…”, apuntaba Mojica a periodistas después de una rueda de prensa en el local de POASI, del sector de Villa Francisca, durante el gobierno del extinto presidente Joaquín Balaguer.
En el mundo se desarrollaba la Guerra Fría, lo cual implicó una lucha tenaz entre el llamado “campo socialista” encabezado por China y la Unión Soviética, y las naciones capitalistas u occidentales capitaneadas por Estados Unidos y Europa.
Las disputas entre capitalistas y socialistas trascendían el marco ideológico. Los partidarios de uno u otro lado se enfrentaban ferozmente en diferentes campos: en el militar, económico, industrial, financiero, comercial, transporte, científico, tecnológico y hasta espacial.
Se espiaban mutuamente (¿cómo ahora?) y las diferencias se dirimían hasta con la muerte. En la mayoría de los países de Latinoamérica y el Caribe, por ejemplo, los partidos de ideologías comunistas y socialistas, o de alguna corriente ideológica que se le asemejara, eran perseguidos. Los seguidores de estas organizaciones eran apresados, torturados y hasta eliminados, muchas veces no solo por el activismo que realizaban de manera clandestina sino hasta por su simple convicción ideológica.
Los Estados Unidos habían logrado contrarrestar el avance de la ideología comunista y socialista en los países de la región mediante una extensa, intensa, sistemática y costosa propaganda. Operaban (¿y operan?) una amplia red de inteligencia (CIA y otros) que permitía a Norteamérica un estricto control de esta zona que trataba como su “patio trasero”.
En esos tiempos incluso las Fuerzas Armadas y Policía Nacional de estos países eran entrañablemente anticomunistas y cumplían un rol represor. A guardias y policías se les entrenaba o adoctrinaba en el anticomunismo en academias militares que operaban en territorios norteamericanos y de Panamá. Estas instituciones llegaron a tener como función principal perseguir a los comunistas. “Soldado, el comunista es tu peor enemigo, elimínalo”, decían en esa época letreros colocados en cuarteles militares y policiales de los países de la región.
En ese marco Mojica visitó subrepticiamente a la China de Mao Tse Tung evadiendo los organismos de seguridad extranjeros y del gobierno de Balaguer. A su llegada al país ofreció declaraciones y al término de un encuentro con la prensa relató, al margen, una visión de lo que vio en la nación oriental, una realidad que se desconocía en estos lares, sobre las tirantes relaciones entre China y la Unión Soviética.
Contaba el dirigente obrero que recorrió distintas regiones de China. Cuando fue llevado a la frontera de China con Rusia vio con extrañeza una situación que le causó preocupación, observó largas filas de plataformas móviles con lanza misiles que apuntaban a blancos específicos de ciudades rusas.
Igualmente los rusos tenían baterías de lanzamisiles dirigidos a blancos en poblaciones y ciudades de China. Para un ciudadano caribeño como Mojica esta visual planteaba algunas interrogantes. ¿Y no dizque son comunistas todos, por qué se quieren matar?
Pero resulta que en la época de los años 70 y 80 existían dentro de las corrientes comunistas y socialistas serias contradicciones ideológicas. Se afianzaba el marxismo-leninismo en China, en tanto en la Unión Soviética había surgido y dominaba una “visión revisionista”, casi capitalista de la ideología comunista, según los chinos.
Por ejemplo, los camaradas chinos se proclamaban maoístas y verdaderos marxistas leninistas, mientras acusaban a los rusos de revisionistas y pro-capitalistas. En nuestro país esa contradicción llevó a enfrentamientos entre partidos de izquierda que llegaron a provocar muertes. Son conocidas las contradicciones radicales que se manifestaron entre partidos pro chinos y pro rusos en el país.
Se decía entonces que agencias de inteligencia de Estados Unidos y del gobierno del presidente Joaquín Balaguer habían infiltrado a estas organizaciones para azuzar, agudizar estas contradicciones. “Para que se maten entre ellos”, parecía ser la lógica del momento.
Mojica decía no entender realmente la situación de tirantez que observó en la frontera chino-soviética. –“Si siquiera estalla ahí un cohete, un ¨tirapó¨ de los que usan aquí los niños para quemar pólvora, se arma un desastre, cada quien de cada lado lanzándose misiles”, relató.
Las cosas ahora, sin embargo, han dado un enorme giro de 360 grados. Los tiempos de apuntarse con misiles han sido superados. Los intercambios ocurren en la actualidad para fines comerciales, financieros, energéticos y políticos, sin que prime como era antes “la diferencia de corte ideológico”.
Según analistas, los norteamericanos habían logrado profundizar las contradicciones entre chinos y rusos, pero ahora –paradójicamente- sus políticas hegemónicas han logrado propiciar la armonía entre estos dos países.
La situación global ha desencadenado una reacción de Rusia y China que a juicio de analistas, lo ha conducido a la imperiosa necesidad de aliarse, no ya en el aspecto ideológico sino en términos de intercambios comerciales, financieros, negocios, etc. O sea, que al parecer los norteamericanos han forzado, tal vez sin proponérselo, este acercamiento entre estas anteriormente tirantes naciones.
Con esa iniciativa el Coloso del Norte y sus aliados “han creado un monstruo” que amenaza con devorarlos.
Ya China, que impulsa la llamada Ruta de la Seda, es la segunda más grande potencia del comercio mundial (casi desplazando según observadores) a la primera, Estados Unidos. Rusia, aunque tiene todavía una economía menos fortalecida, ha resurgido como una respetable potencia militar.
Han impulsado la creación del BRICS (bloque que reúne a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) que ha implicado un fondo para financiar el desarrollo de países de industrialización emergentes, al margen del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial, obviando de paso los intercambios con dólares americanos, con lo cual se asesta un duro golpe a esta moneda que comenzaría su declive en las transacciones financieras y comerciales hegemónicas.
-“Los estudiosos a nivel económico vienen a indicar que los BRICS se encuentran desplazando, en cierta medida, lo que es el papel tanto de Estados Unidos como de Europa con respecto a poder mundial (Wikipedia)”.
Durante los años 2018 y 2019 los presidentes de Rusia, Vladimir Putin, y de China, Xi Jinping, afianzaron estas relaciones con visitas recíprocas “para planificar la próxima etapa de crecimiento de las relaciones”. Surgieron, asimismo, acuerdos para negocios, especialmente energéticos, altamente beneficiosos para las partes.
“Las dos potencias, después de diez años, han dado luz verde al mayor gasoducto del mundo, una de las mayores obras de ingeniería que podemos encontrar en el planeta y que se convierte en fundamental para revitalizar ambos mercados”, señala el medio digital El Confidencial.
Explica que se trata de “una gigantesca estructura de 3.000 kilómetros que será capaz de suministrar cerca de 38.000 millones de metros cúbicos de gas al año. Ambas partes lo consideran como el «acuerdo del siglo», en el que el grupo ruso Gazprom y la Corporación Nacional de Petróleo de China forman una alianza beneficiosa para ambos”.
“La idea del gasoducto, llamado Power Of Siberia, -apunta El Confidencial-no es otra cosa más que conseguir transportar este hidrocarburo desde Yakutia hasta el norte de China. Para ello, China y Rusia han firmado un acuerdo de 30 años de duración que generará unos beneficios cercanos a los 300.000 millones de euros durante este periodo. Pero, ¿cuál es la verdadera razón de ser de este acuerdo? Una forma de cooperar entre ambas potencias para ‘saltarse’ los castigos impuestos por la UE y EEUU”.
Los ministros de Relaciones Exteriores de China, Wang Yi, y de Rusia, Sergei Lavrov, valoraron estos encuentros de los jefes de Estado de las dos potencias, durante un encuentro realizado al margen de una reunión formal de los cancilleres de los BRICS realizado en Johannesburgo, Sudáfrica, en junio de 2018. Putin visitó China del 8 al 10 de junio de ese mismo año.
Al respecto, el canciller chino Wang Yi ha señalado que “ante un panorama internacional cambiante y lleno de incertidumbre, China y Rusia, como socios estratégicos integrales de coordinación, deben reforzar aún más la coordinación y cooperación para defender los principios fundamentales de las relaciones internacionales, mantener la justicia internacional y proteger los intereses generales de los mercados emergentes y los países en desarrollo”.
En términos llanos, eso implica el fin de “la diatriba ideológica” para dar paso a niveles elevados de cooperación para que primen los intereses comunes de los dos pueblos.
Si estuviera vivo entre nosotros y confrontando este desafío terrenal del coronavirus, el líder obrero de la vieja estirpe del sindicalismo dominicano, Barbarín Mojica, los viéramos con su boina negra, sonriendo en el local de su otrora combativo Sindicato de Obreros Portuarios y Afines (POASI). Éste observara en la lejanía, cómo su temor desaparece y deja atrás toda posibilidad de un ataque frontal entre chinos y rusos.
-“Las cosas han cambiado…y mucho”, diría con cierta satisfacción Mojica.
*El autor es periodista