Aquí hay que insistir en denunciar los males que, en todos los sentidos, de una u otra forma, afectan a la sociedad, sin temor ni favor, y sin mirar cuáles sectores o personeros se molesten porque perjudiquen sus intereses de grupos o particulares.
Pero se está dando un fenómeno extraño en los últimos años, y es dejar que un acontecimiento “barra” a otros, con lo que se logra que “desaparezca del mapa” el poco o mucho interés que la denuncia genere en la población, en especial en los sectores más afectados.
Eso sucede con el histórico estadio de La Normal, construido en 1946 y bautizado ya en dos ocasiones, la primera con el nombre del fallecido Enrique “e Mariscal” Lantigua, y hace unos meses, a petición de un flamante diputado, con el de Osvaldo Virgil.
Esta vetusta edificación, que atesora una buena parte de la historia del béisbol dominicano, sigue sumida en el más absoluto abandono, a pesar de las peticiones que se han realizado por todos los medios.
Más que un estadio, La Normal es una “pocilga”, es más, creo que me quedo corto, teniendo en consideración que allí asisten miles de niños a practicar béisbol sin las mínimas condiciones, porque ni siquiera tiene sanitarios adecuados.
Y es allí donde tiene su sede la Federación de Béisbol, que todo indica no ha hecho el mínimo esfuerzo para mejorar esa estructura.
Dadas las frecuentes denuncias y pedidos para que se repare esa instalación, el ministro de Deportes, Danilo Díaz, debiera dar un paso adelante, porque no es justo que la historia del béisbol esté siendo ignorada de forma olímpica.
Definitivamente, el estadio de La Normal necesita dolientes