El deporte, definitivamente, es uno de los renglones que en las últimas dos décadas más dinero en ganancias ha arrojado en sus diferentes eventos al nivel mundial.
Aunque no se le puede comparar con los emolumentos extraordinarios que perciben industrias como las de armas, fármacos y tecnología, entre otras, los espectáculos deportivos han ido calando en términos económicos en forma exponencial.
Una muestra de ello, son los datos dados a conocer ayer por la Federación Internacional de Fútbol (FIFA), en los que resalta que ha obtenido ingresos superiores a los 7 mil 500 millones de dólares de 2019-2022, a pesar de la pandemia de Covid-19 que sacudió al mundo.
Y resaltan que esa cifra aumentará a unos 11 mil millones en el período 2023-2026.
Si damos un repaso a los resultados económicos que arrojó el Super Bowl 2023, hay que ponerse las manos en la cabeza, dado que dejó tantos beneficios que hasta la LNF todavía se muestra incrédula.
El deporte profesional, en todas sus estructuras, es un negocio muy rentable, redondo, como decimos por estos lares.
Y eso lo saben aquí los propietarios de equipos de béisbol profesional, que no se desprenden bajo ningún concepto de esas franquicias, aunque siempre quieran dejar entrever que sus ganancias son muy bajas, y en otros casos, que están perdiendo mucho dinero.
Eso también es muy parecido al “bla, bla, bla”, que siempre esgrimen dirigentes deportivos que presiden federaciones, clubes, ligas o asociaciones, en el sentido de que estar en esos puestos, es para ellos “un tremendo sacrificio”.
Si eso es cierto, ¿por qué no renuncian, por qué tras décadas siguen al frente de los mismos?