La lucha de intereses no siempre se limita a sectores que tienen aparente supremacía sobre las sociedades, a veces también tienen una alta incidencia en renglones que, por desconocimiento, no son tomados en cuenta al momento de decidir sobre políticas generales para su aplicación.
Los grandes imperios obtuvieron parte de su poderío incidiendo sobre los demás pueblos mediante la realización de actividades tales como los deportes, cuyo dominio y protagonismo genera en los demás una cierta idea de grandeza.
Es más, el triunfo permanente en eventos internacionales es casi siempre un indicativo del desarrollo en lo político, tecnológico y económico.
Estados Unidos, la antigua Unión Soviética y China, por solo citar tres países, demuestran “superioridad”, con un dominio casi absoluto en eventos deportivos internacionales.
En plena Guerra Fría, Cuba, con problemas de todo tipo, desarrolló esa política de apoyo total al deporte con el objetivo de demostrar la “superioridad” del sistema socialista imperante.
Aunque se ignora esa realidad, ya países subdesarrollados, que todavía hoy le dan poca importancia al deporte, se han visto en la necesidad de cambiar la vieja política.
Esa es la razón por la que muchos sectores de poder buscan su proyección hacia la sociedad con ayuda económica al deporte.
Por lo tanto, que grupos de poder estén interesados en el deporte es una política correcta para mejorar su imagen en la sociedad.
No en balde los gobiernos, el nuestro no es la excepción, realizan cada vez más, grandes inversiones en deportes, conscientes de que es la forma más “democrática” de demostrar “igualdad”.