La ubicación geográfica de la República Dominicana, situada en el Caribe, la hace propensa a un clima subtropical, con unas temperaturas que al año suele tener ciertas variaciones climáticas, con unos factores de temple, duración del día, insolación, nubosidad, lluvias, humedad, vientos y tormentas tropicales, es decir que estamos en una región con éstas características particulares.
Por lo tanto, uno se imagina que las entidades del sector salud realizan algún tipo de planificación de corto, mediano y largo plazo para combatir las enfermedades infecciosas, entre ellas una de las más comunes el dengue, y que se puede evitar cuando se aplican los protocolos de rigor. Es un derecho ciudadano la salud integral, y una obligación del Estado velar por la protección y esa salud de sus ciudadanos.
Pero en lo que va de año la epidemia del dengue, que pudo ser prevista con anterioridad, afecta al país matando a 12 personas confirmadas por auditoría médica, y afectando a 8,074, según los casos sospechosos notificados. Otra gran cantidad de fallecidos con síntomas similares al dengue se mantienen bajo estudios para determinar la causa de su muerte.
Ningún dominicana o dominicano debió morir por esta causa; lo sabían las autoridades del Ministerio de Salud y el Servicio Nacional de Salud, para esta época del año tenemos esta epidemia provocada por las lluvias, y los llamados a proteger se descuidaron como sucede todos los años y no hay un solo régimen de consecuencias por unas muertes que tienen nombre y apellido: el señor Estado y su incumbente en materia de salud.
Es una clara y evidente crisis económica, de planificación y estructural, que desnuda nuestro sistema de salud.
Los operativos en conjunto con otras dependencias del Estado son parches momentáneos con una repuesta esporádica. Urge la planificación y el Primer Nivel de Atención en Salud, la política sanitaria debe cambiar para buscar una solución preventiva centrada en la ciudadanía.