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El delicado rol del árbitro

Rafael Molina Morillo Por Rafael Molina Morillo
Director de El Día, Molina Morillo
📷 Rafael Molina Morillo, director de El Día

Si en un juego de pelota de patio se produce una jugada difícil y uno de los equipos alega que el árbitro ha vendido su decisión, lo menos que puede hacer este ante esa grave acusación es renunciar a seguir arbitrando el juego.

En un escenario más exigente, como lo es la vida institucional de la República, un juez que se precie de honorable tampoco tiene alternativa a la hora de adoptar una decisión que la sociedad espera que sea justa.

Lamentablemente, la elección entre “o creen en mí o me voy” no es la disyuntiva que prima en la mente de mucha gente.

La corrupción y la impunidad han ganado últimamente mucho terreno, mientras la ética yace retorcida en el suelo debatiéndose entre la vida y la muerte. Aunque no el único, el Poder Judicial está cada vez más desacreditado en este país nuestro.

Los jueces honestos –que los hay- están forzosamente reburujados con los mercaderes de sentencias –que los hay en mayor número-, y en consecuencia no pasará mucho tiempo sin que pronto todos hayan perdido su credibilidad.

No podemos quedarnos cruzados de brazos. Hay que hacer una gran cruzada para devolver la fe a la Justicia dominicana. Para ello bastaría poner voluntad. De lo contrario, Sodoma y Gomorra quedarán chiquitas a nuestro lado.

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