El dedo en la llaga

El dedo en la llaga

El dedo en la llaga

Rafael Molina Morillo, director de El Día

Es tan gráfica la expresión “el dedo en la llaga” que la misma ha sido utilizada por varios escritores para titular sus obras y por productores de cine para sus películas.

Pero por muy manoseada que sea la expresión de marras, no deja de tener validez para referirse a casos en los cuales, cuando ya creíamos haber llegado al fin de una mala jornada, recibimos un inesperado pisotón que nuevamente nos hace ver las estrellas.

Por eso no debe sorprender a nadie que recurramos una y otra vez al tema de los fiscales y oficiales de alto rango que, encargados de velar por la custodia de las drogas incautadas a los narcotraficantes, se convierten ellos mismos en vulgares ladrones para negociar en su propio nombre la malhadada mercancía.

Son muchas y variadas las formas de corrupción que atacan a nuestro cuerpo social, incluyendo al periodismo como víctima y victimario, pero no cabe duda de que el narcotráfico cometido por los propios vigilantes encargados de combatirlo equivale al dedo sobre la llaga de la sociedad.

No puede haber piedad para ellos.



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